Tegucigalpa. AFP. “Un hombre me apuntaba con una pistola bien larga; me daba mucho miedo”, relata Florecita, una niña hondureña de 9 años que aún no sabe distinguir entre un arma corta y un fusil, pero que fue secuestrada por Los Zetas, el cartel mexicano.
La menor se muestra reservada y rehúye hablar de su vivencia, a pesar de que ahora está segura en un refugio especial que el Instituto Hondureño de la Niñez (Inhfa) mantiene para recibir a los infantes indocumentados, deportados de México y Estados Unidos , mientras se reincorporan a sus comunidades de origen.
Solo dice haber estado muy asustada, aunque no fue objeto de maltratos durante su cautiverio.
“La niña estuvo secuestrada diez días. La mamá (que reside en Estados Unidos) tuvo que pagar $10.000 para que la liberaran”, relató la directora del programa de Infha, Marcela Rivera.
Florecita, como la llama la funcionaria, viajaba en compañía de una tía para llegar a Estados Unidos y encontrarse con sus padres.
El coyote, al que pagaron $5.000 para que las guiara e introdujera en territorio estadounidense, las dejó abandonadas en México, a la altura del estado de Tamaulipas, donde la niña fue presa fácil del grupo narco, que dejó libre a su tía.
Una vez pagado el rescate y liberada, quedó en manos de las autoridades de Migración de México, que la entregaron recientemente a sus contrapartes hondureñas junto a otros menores deportados.
Florecita es una de los 2.700 menores de edad de Honduras deportados en lo que va del 2014. La cifra representa más del 50% de los 4.191 niños y adolescentes devueltos a lo largo de todo el año pasado, según manifestó Rivera.
Alerta. La Patrulla Fronteriza de Estados Unidos reportó que desde el 1.° de octubre de 2012 hasta el 31 de mayo de 2013 se identificaron a 47.017 menores que ingresaron de forma clandestina a ese país sin la compañía de un adulto.
Tres de cada cuatro menores de edad que cruzan ilegalmente la frontera de Estados Unidos provienen de El Salvador, Honduras y Guatemala, de acuerdo con las autoridades estadounidenses.
En el mismo vuelo de Florecita, las autoridades mexicanas llevaron a José Miguel, un joven de 17 años que también intentaba ingresar a Estados Unidos para reunirse con sus padres.
Él también pagó $5.000 a un coyote para que lo llevara hasta su objetivo, pero al llegar a Tamaulipas fue abandonado con 64 personas más en una casa de paso.
Pese a las numerosas historias de secuestros, abusos, maltratos y hasta asesinatos de que son víctimas los emigrantes centroamericanos a su paso por México, su número ha ido en aumento cada año.
Según cifras oficiales, en 2013 fueron detenidos en México 9.893 menores de 18 años entre hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, que viajaron ilegalmente en busca del “sueño americano”.
En 2012, el número fue de 6.100 y en 2011 de 4.160, cifras que apuntan al crecimiento de 50% anual.
Florecita y José Miguel emprendieron la aventura para reencontrarse con su familia, pero otros menores lo hacen para huir de las pandillas que los amenazan de muerte si no aceptan unirse a sus actividades de sicariato, venta de drogas y extorsión.
De acuerdo con el Comité de Migrantes Retornados, cerca de un millón de hondureños vive en Estados Unidos, la mayoría indocumentados, que envían remesas por más de $3.000 millones anuales, y cerca de 250 personas salen de Honduras cada día en busca del “sueño americano”.