“¡Jaime, amigo, el pueblo está contigo!”, gritaba una multitud en las afueras de la casa del magnate hondureño Jaime Rosenthal Oliva, la noche del domingo 11 de octubre, la misma casa que tres días más tarde sería incautada por la Fiscalía Contra el Crimen Organizado de su país.
La escena era especialmente inusual. Por una parte, los Rosenthal recibían apoyo de los empleados del conglomerado de empresas que construyeron a lo largo de ocho décadas, pero, al mismo tiempo, el clan veía caer su imperio bajo una acusación de narcotráfico y lavado de dinero en Estados Unidos.
Detrás de la caída de los Rosenthal no solo está el desmoronamiento de la imagen de una de las familias más poderosas de Honduras –con participación en el ámbito político–, sino también una bola de nieve que lleva la desesperación a 11.000 trabajadores de las empresas del Grupo Continental, que es propiedad de la familia.
Lo ocurrido el 6 de octubre parecía impensable. Aquel había comenzado como un día usual en la agenda del presidente del Club Deportivo Marathón, Yankel Rosenthal. Tenía programado un viaje a Miami, Estados Unidos, y antes de partir había concedió entrevistas sobre temas deportivos, los únicos por los que se le cuestionaba hasta entonces.
Subió a un avión comercial durante la tarde y a las 6 p. m., a su arribo a suelo estadounidense, fue abordado por agentes del Departamento de Migración.
Esa noche, el pueblo hondureño se enteró de la detención a través de las noticias de los medios estadounidenses, y más tarde el gobierno del país centroamericano emitió un comunicado en el que se confirmaba el arresto, pero sin especificar los motivos que envolvían en la polémica al exdiputado y exministro de Inversiones de la actual administración.
Al día siguiente, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció la acusación por lavado de activos en contra del empresario deportivo, así como de su tío, el banquero Jaime Rosenthal y el hijo de este último, Yani Rosenthal Hidalgo.
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“Esta acción está enfocada directamente en los tres miembros de la familia Rosenthal y sus propiedades, en relación a sus actividades de lavado de dinero y tráfico de drogas”, declaró el Subsecretario Interino de Terrorismo e Inteligencia Financiera, Adam J. Szubin. “Este paso enfatiza el hecho de que el Gobierno de los Estados Unidos está completamente comprometido para proteger el sistema financiero estadounidense de criminales como los Rosenthal”, agregó.
Los empleados de "Tiempo" se lanzaron a las calles y anunciaron que seguirán informando hasta el último momento. Foto: AFPLa acusación detalla que esos tres miembros de la familia utilizaron los negocios del Grupo Continental, desde el 2004, para “apoyar actividades de tráfico internacional de narcóticos de múltiples traficantes de drogas centroamericanos”.
Al parecer, estarían ligados con las operaciones del cartel hondureño de narcotraficantes de Los Cachiros, según datos de la revista Estrategia y negocios .
Yankel Rosenthal, de 46 años y uno de los hombres más poderosos de Honduras, pasó de la opulencia a comparecer ante un juez en Miami, encadenado y enfundado en el traje color caqui que utilizan los prisioneros. Ahora dejó de contestar preguntas sobre fútbol para responder por delitos que podrían costarle hasta 20 años en una cárcel de EE. UU.
“El caso Rosenthal se ha convertido en emblemático, porque no solo es una advertencia para Honduras, país aquejado por una crónica corrupción, monumental impunidad, narcotráfico y lavado de dinero, sino que es un mensaje claro para Latinoamérica de lo que Estados Unidos es capaz de hacer para detener el tráfico de drogas”, apuntó el diario hondureño La Prensa.
Los tres hombres fuertes
Los Rosenthal pertenecen a un linaje de rumanos que llegaron a principios del siglo pasado a Honduras para huir de la guerra y la violencia en sus tierras natales.
El abuelo del dueño del Marathón –también llamado Yankel Rosenthal– fue un electricista judío dotado de visión para los negocios. Se estableció en la capital hondureña y, con la apertura de un almacén de ropa, comenzó a forjar una de las fortunas más grandes del país.
El Grupo Continental fue fundado en 1929 y, a la fecha, participa en actividades comerciales como banca, producción de cemento, bienes raíces, artículos de cuero, seguros, ganadería, proyectos agroindustriales, producción de alimentos, turismo, televisión por cable y medios de comunicación, con el diario Tiempo y el canal 11.
De acuerdo con datos de La Prensa , la fortuna de la familia Rosenthal se estima en $690 millones, que incluyen sus empresas, propiedades, 11.000 cabezas de ganado y 10.000 cocodrilos –sí, tienen una gran industria de pieles de estos reptiles–.
Hoy, los Rosenthal forman parte del 10% de la población hondureña que percibe los ingresos más altos y que acapara el 42% del ingreso nacional, resalta El País de España.
De manera casi permanente, el apellido de esta familia ha aparecido en los titulares de las coberturas políticas catrachas. Jaime Rolando Rosenthal, de 79 años, impulsó a los de su clan en este ámbito, con tres aspiraciones como precandidato a la Presidencia de la República desde 1985, como parte de las filas del Partido Liberal de Honduras.
Durante la administración de José Azcona del Hoyo (1986-1990), trabajó como vicepresidente y, entre el 2002 y el 2006, se desempeñó como congresista.
El año pasado, la edición mexicana de la revista Forbes lo ubicó en el sexto lugar de los 12 millonarios más importantes de Centroamérica.
Su hijo Yani – de 50 años y también acusado por Estados Unidos– fue ministro de la Presidencia en el gobierno del derrocado Manuel Zelaya (2006-2009).
El sobrino de Jaime, Yankel Rosenthal Coello, fue ministro de Inversiones del actual presidente, Juan Orlando Hernández, a quien dijo haber apoyado financieramente durante la campaña política. Sin embargo, el empresario deportivo dimitió a ese cargo en junio.
El inmenso imperio de los Rosenthal y su incalculable influencia no podrían pasar inadvertidos y terminaron por acaparar la atención de Washington.
“Durante años, Estados Unidos ha desplegado una batería de agentes antidrogas, fiscales, analistas financieros, oficiales aduaneros y fronterizos y operadores encubiertos para investigar los entresijos del imperio de la poderosa familia Rosenthal, uno de los apellidos que más admiración y odio suscitan en Honduras”, destaca el periódico español.
Aunque hasta el momento solo Yankel Rosenthal se encuentra tras los barrotes estadounidenses, la situación en Honduras ha sido crítica también para su tío Jaime y su primo Yani.
Los dos Rosenthal que siguen en tierras catrachas han visto cómo los agentes del gobierno se hacían presentes en sus lujosas viviendas para aplicarles un aseguramiento, una medida cautelar que impide que los bienes sean traspasados y queden inutilizables como pruebas.
Una de las mansiones de playa de la familia, por ejemplo, fue saqueada por los vecinos de Omoa antes de que acudieran los agentes de la Oficina Administradora de Bienes Incautados.
“Al momento que nos presentamos al aseguramiento no se encontraba la seguridad y vimos que muchas personas del lugar habían saqueado la vivienda y en toda la orilla de la playa habían quedado un sinnúmero de inmuebles; llovió y la mayor parte de las cosas fueron dañadas”, afirmó a La Prensa Cristian Rodríguez, de la Fiscalía Contra el Crimen Organizado.
La mansión de Yani Rosenthal forma parte de los 62 bienes incautados por el gobierno hondureño. Foto: Cortesía de La Prensa de HondurasSe trata de la misma playa que fue una de las grandes excentricidades de los Rosenthal. En las colindancias de la propiedad no existía un playón y los multimillonarios pagaron por importar arena para emularlo.
En otros puntos de Honduras, camiones de las empresas de la familia se apresuraban a sacar el menaje de las demás residencias.
Frágil panorama
El aseguramiento de las empresas de los Rosenthal no solamente deja en vilo a los miembros de la familia, sino que también sume en la zozobra a los 11.000 empleados directos de sus negocios (más otros 25.000 indirectos), a los 220.000 ahorrantes que habían depositado su dinero en el Banco Continental y a los periodistas de Tiempo y Canal 11, quienes luchan por su derecho a la libertad de prensa.
Un día después de la acusación penal, la familia Rosenthal anunció que vendería sus bienes para honrar compromisos con clientes y empleados, así como bancos que les han otorgado préstamos. No obstante, las medidas adoptadas por el Estado hondureño los dejaron en jaque.
La Comisión Nacional de Banca y Seguros de Honduras ordenó la liquidación forzosa del Banco Continental y las filas de hondureños que exigían la devolución de su dinero no se hicieron esperar. El temor a haberlo perdido todo hizo que algunos de ellos estallaran en llanto.
“¡No somos narcotraficantes, entreguen nuestros ahorros!”, se escuchaba en las afueras de la sede central del banco, en Tegucigalpa.
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En una cadena televisiva, el 14 de octubre, el presidente Hernández aseguró que todo el dinero del banco se utilizaría en el reintegro a los ahorrantes. No obstante, luego se anunció que quienes tuvieran más de $9.400 en depósitos tendrían que esperar para la devolución paulatina de su dinero.
“Como buitres liquidan Banco Continental. Lo condenan y lo dejan sin derechos para defenderse…”, deploró el exmandatario Zelaya mediante su cuenta de Twitter.
Pese a que una parte de la opinión pública repudia la poca eficiencia de los organismos judiciales en este caso, otros critican el efecto social que podrían tener estas acciones en contra de la población catracha.
Hernández explicó que las medidas responden a un acuerdo internacional de lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. “No hay otra forma de enfrentar esos delitos con éxito. Son delitos multinacionales que solo se pueden enfrentar con la acción concertada y coordinada a nivel multinacional. Como lo he planteado en las Naciones Unidas, en estos delitos hay responsabilidades compartidas y así se deben encarar”, dijo.
Hasta el momento, la Oficina Administradora de Bienes Incautados solamente ha procedido al aseguramiento de las firmas en las que los Rosenthal tenían más del 50% de las acciones, pero ha dejado intactos a los dos medios de comunicación de la familia.
La noche del domingo 11 de octubre, la incertidumbre se apoderó de la redacción de Tiempo con fuertes rumores de que la Oficina Administradora de Bienes Incautados irrumpiría en cual-quier momento y que el periódico no podría circular al día siguiente.
“Este lunes, los empleados de Editorial Honduras y el equipo periodístico completo volverán a las oficinas; sin embargo, anoche se marcharon creyendo que hoy la encontrarán tomada por los militares y policías que envíe el gobierno de Juan Orlando Hernández”, informó el diario a través de su sitio web.
El 16 de octubre, los periodistas y demás empleados de Tiempo se lanzaron a las calles para exigir a la Comisión Nacional de Bancos y Seguros que les resuelva su situación laboral.
Con pancartas que proclamaban consignas como “¿Qué verdad vamos a defender teniendo al Estado como dueño?”, los redactores sembraron una preocupación a la que también se unió el Colegio de Periodistas.
La zozobra también envolvió al equipo Marathón, cuyo estadio lleva el nombre de Yankel Rosenthal.
No obstante, el vicepresidente del club, Heriberto Irías, salió al paso de la polémica y manifestó al diario Diez que el estadio “es una propiedad que no se puede vender, incautar o donar, ya que es parte de un patrimonio y está a nombre de la institución y no de una persona o grupo”.
Las preocupaciones aumentaron este miércoles, cuando el presidente Hernández aceptó que no podrán sostener a todas las empresas que eran propiedad de los Rosenthal.
De hecho, el gobierno tendrá que recurrir a un préstamo para pagar los salarios de los 300 empleados de Alimentos Continental S.A., empresa embargada por considerar que las finanzas de dicha sociedad son de origen ilícito.
“Instamos al régimen a que se libere de la injerencia extranjera en este caso y anteponga el factor humano a los intereses diplomáticos o financieros de agentes externos e internos”, apuntó en un comunicado del movimiento ciudadano Plataforma de Indignados, del cual Tiempo hizo eco.
Por ahora, la suerte de los Rosenthal y de miles de hondureños quedará a merced de un delicado proceso, que ya falseó las bases del imperio construido por este clan y que podría terminar por derrumbarlo bajo la sombra del crimen organizado.