Washington
El gobierno de Donald Trump se ve en la urgencia de definir una política específica ante los intentos de Corea del Norte de dotarse de misiles balísticos nucleares capaces de alcanzar a sus vecinos o el territorio de Estados Unidos.
Según la prensa estadounidense, al abandonar la Casa Blanca Barack Obama había advertido a su sucesor republicano que las amenazas de Pionyang serían probablemente el desafío mayor al que debería hacer frente.
El lunes Corea del Norte le dio la razón al lanzar una salva de cinco misiles balísticos en dirección a Japón con el fin de entrenarse para golpear a las bases estadounidenses en territorio nipón, admitió Pionyang.
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Los misiles no revelaron ningún avance tecnológico de parte de los norcoreanos, pero esta nueva demostración de fuerza obliga a Washington a responder.
El presidente Donald Trump, a quien le gusta colocar en los primeros planos a sus generales, podría verse tentado de iniciar una prueba de fuerza militar con Pionyang.
En diciembre, cuando todavía gobernaba Obama, un alto funcionario del Pentágono ya había anunciado que los jerarcas militares estadounidenses estaban pensando en la posibilidad de escenarios militares en la península coreana.
El temido comando de operaciones especiales del Pentágono, que tiene a su cargo la lucha contra la proliferación de armas de destrucción masiva, entre ellas las del programa nuclear norcoreano, está estimulando la emergencia de ideas y de escenarios operativos.
Pero en una península como la coreana, la zona más militarizada del planeta, con una capital (Seúl) ubicada a menos de 40 km de la frontera, los riesgos de un conflicto bélico son enormes.
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La opción de una ofensiva militar contra Pionyang por el momento ha sido descartada. Llevaría a una guerra nuclear, explicó el experto en desarme Jeffrey Lewis, animador del blog especializado "arms control wonk".
La administración Trump podría, como alternativa a una confrontación bélica, apuntar a desarrollar las defensas antimisiles de sus aliados asiáticos y del propio continente americano.
Podría también fomentar el desarrollo de las nuevas baterías antimisiles THAAD, del mismo tipo de las que comenzó a desplegar el martes en Corea del Sur a pesar de las protestas de China.
Una sola batería THAAD "no es suficiente para proteger" a toda Corea del Sur", explica el experto en defensa antimisiles Thomas Karako, del centro de estudios CSIS de Washington. Se necesitan varias, agregó.
También Japón mostró interés en el despliegue de las baterías THAAD y Aegis, un sistema que ataca a los misiles enemigos de largo alcance cuando están aún en el espacio.
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Donald Trump ya expuso su voluntad de reforzar las defensas que protegen al territorio estadounidense de los misiles balísticos intercontinentales.
"Estados Unidos dispone de 36 misiles que interceptan otros misiles", basados en Alaska y en California, y podría buscar aumentar su número y "su fiabilidad", estima Thomas Karako.
Muy probablemente, Washington intentará también continuar con sus ciberataques al programa de misiles norcoreano, señaló el sábado último el New York Times.
Pero su eficacia no ha sido hasta ahora puesta a prueba para hacer frente a una industria norcoreana muy rústica.
Los recientes fracasos de los misiles norcoreanos parecen debidos más a "fallas mecánicas" que a problemas de electrónica, dijo el martes John Schilling, un experto en misiles del grupo estadounidense Aerospace.
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Para Jeffrey Lewis, la única manera de reducir sustancialmente la amenaza norcoreana será una negociación que conduzca al régimen del país asiático a aceptar voluntariamente limitar sus ambiciones, siguiendo el modelo del acuerdo internacional sobre el programa nuclear iraní.
"Está bien contar una defensa antimisiles y con sanciones, pero su mayor valor es que pueden servir de moneda de cambio en el marco de una negociación" con Pyongyang, subrayó.