Washington. EFE. Los presidentes de EE.UU. y China anunciaron el viernes un acuerdo para rebajar la tensión sobre sus actividades en el ciberespacio y apostaron por consolidar su alianza desde una perspectiva pragmática, cooperando en asuntos de interés mutuo pese a sus marcadas diferencias en varias áreas.
El mandatario estadounidense, Barack Obama, y su homólogo chino, Xi Jinping, se comprometieron a seguir potenciando su relación, a pesar de las fricciones causadas por la percepción estadounidense de que China se ha implicado en el robo de sus secretos comerciales y tiene una política abusiva de expansión en el Pacífico.
Acordaron que ninguno de sus Gobiernos se implicará ni apoyará el robo cibernético de propiedad intelectual, “incluidos secretos comerciales u otra información de negocios, con la intención de proporcionar ventajas competitivas a compañías o sectores comerciales”, informó la Casa Blanca.
“Esto es un avance. La cuestión ahora es si las palabras van seguidas de acciones, y lo estaremos observando muy detenidamente”, afirmó Obama en conferencia de prensa con Xi.
Obama se reservó la posibilidad de imponer sanciones a “individuos y entidades” chinas si actúan contra compañías o personas en Estados Unidos.
EE. UU. sospecha que China está detrás del robo de millones de archivos con información de funcionarios, y según la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), los ciberataques chinos de espionaje comercial crecieron en 53% en un año.
Menos fructífero fue el diálogo sobre la actividad de Pekín en el mar de China meridional, donde China está escalando sus operaciones en islas en disputa, como las Nansha/Spratly, reclamadas por Filipinas.
Xi afirmó que “las islas en el mar de China meridional son territorio de China desde tiempos muy antiguos”, y su país tiene el derecho de defender su “soberanía territorial” .
Obama tampoco eludió su preocupación sobre los derechos humanos en China, al considerar “problemático” que ese país llegue a “impedir que los periodistas, los abogados, las organizaciones y los grupos de la sociedad civil actúen en libertad, o cerrar iglesias y denegar un trato igualitario a las minorías religiosas”.
Xi subrayó al respecto que “los países tienen diferentes procesos y realidades históricas”, y estos deben “respetarse”.
Ese tipo de diferencias han llevado a algunos de los aspirantes republicanos a la Casa Blanca en 2016 a criticar el manejo de la relación por parte de Obama y a abogar por una línea más dura o, directamente, por el cese del diálogo con China.
Obama ha apostado en cambio por avanzar en las áreas de interés común de la relación, y su entorno insiste en que el diálogo con China ha sido clave para alcanzar un acuerdo nuclear con Irán, presionar a Corea del Norte o impulsar las negociaciones globales sobre cambio climático, entre otros temas.
Los dos gigantes económicos, que intercambian casi 600.000 millones de dólares en comercio al año, se comprometieron a “potenciar el trabajo hacia un tratado de inversión bilateral con altos estándares, que podría ayudar a equiparar el terreno para las empresas estadounidenses”, en palabras de Obama.