Berlín. AFP. La llegada de miles de migrantes a Alemania provocará cambios económicos y demográficos “masivos” en un Estado que envejece y que hasta hace poco se negaba a definirse como gran país de inmigración, consideran varios expertos.
La canciller alemana, Ángela Merkel, declaró esta semana que el fenómeno migratorio cambiará su país, de 80 millones de habitantes.
Alemania prevé acoger a 800.000 demandantes de asilo en el 2015, un récord en Europa, muy superior al anterior alcanzado en 1992, durante la guerra de Yugoslavia, cuando el país recibió a 438.000 personas.
A mediano plazo, Alemania podría abrir sus puertas a 500.000 migrantes por año, dijo el martes el vicecanciller, Sigmar Gabriel.
Esto conllevará “una carga financiera y una transformación masiva de la sociedad. Es difícil prever si provocará rechazo o progreso”, consideró Meinhard Miegel, un investigador en Ciencias Sociales en una entrevista para el canal ARD.
Los alemanes que quieran “aferrarse al mundo que conocen” deberán “tener en cuenta esos cambios y, quizá, sufrir por ello”, avisó Miegel.
Hajo Funke, un politólogo de la Universidad Libre de Berlín, cree que la llegada de esas personas requerirá de cambios en varios sectores, estructuras de acogida en las escuelas, criterios de admisión de inmigrantes y procesos de formación.
“Nunca hemos tenido una situación como esta en Europa. Tendremos que experimentar”, aseguró Miegel, que ve cierto paralelismo con la posguerra, cuando 12 millones de alemanes, expulsados de Europa del Este, tuvieron que regresar a un país en ruinas donde jamás habían vivido.
“Se hicieron grandes esfuerzos para integrarlos. Lo que facilitó las cosas es que tenían el mismo fondo cultural y hablaban el mismo idioma”, a diferencia de los refugiados sirios e iraquíes, explicó.
La llegada de extranjeros podría contribuir a detener el descenso demográfico de Alemania cuya población bajará a 70 millones de habitantes en 2060, según la Comisión Europea, lo cual pondría en peligro su sistema de pensiones.
La aportación de los migrantes también será crucial para el mercado laboral de la primera economía europea, que no tiene suficiente mano de obra. “La integración en Alemania siempre funcionó con el mercado laboral” y, en este aspecto, el país “tiene un buen balance”, explica Orkan Kösemen, experto en migraciones de la Fundación Bertelsmann.
La mayoría de los analistas coinciden en que los cambios culturales, sociales o religiosos que podrían causar esos flujos migratorios aún son difíciles de prever, aunque Funke está convencido de que “no amenazan a la sociedad alemana”.
Se ignora cuántos de esos migrantes, originarios en su mayoría de Oriente Medio, son musulmanes ni en qué medida son religiosos, insiste Kösemen. Además, cuatro millones de musulmanes, muchos de origen turco, ya viven en Alemania, recuerda el investigador.
Según él, su peso demográfico “no cambiará el carácter” fundamental de Alemania, un país donde el 20% de la población tiene orígenes extranjeros y que absorbió sin problemas “varias oleadas de inmigrantes y refugiados” (turcos, exyugoslavos, iraníes...) desde la Segunda Guerra Mundial.
El país se transformó en los últimos años, opina Kösemen. “Alemania, que decía hace 10 años ‘no somos un país de inmigración’, se ha convertido en un país que dice ‘tenemos fuerza para ello’. Es un cambio”.
La afluencia de refugiados coincide con un gran debate nacional sobre la necesidad de adoptar o no una ley sobre inmigración.
Los aliados socialdemócratas de Merkel en el gobierno reclaman un texto para simplificar el acceso de los refugiados al mercado laboral y para convertir Alemania en un país oficialmente abierto a los inmigrantes.
Pero muchos conservadores se oponen a esa ley o quieren, al contrario, utilizarla como herramienta para controlar la inmigración de forma más estricta.