Bruselas. AFP. Bélgica es uno de los países europeos desde donde parten muchos candidatos a combatir en Siria o Irak junto a grupos radicales y alberga viveros del islamismo, tanto en Bruselas y sus alrededores, como en Amberes y Verviers.
Según las autoridades judiciales, la célula desmantelada el jueves se preparaba para matar a policías “en la vía pública y en las comisarías”. Entre los sospechosos “algunos regresaban de Siria”.
No hay una “relación directa” entre esta operación y los atentados de París la semana pasada, estimó el viernes el primer ministro francés, Manuel Valls.
En Verviers, en el este, tres hombres determinados no dudaron en disparar con armas de guerra contra los policías que venían a detenerlos. Dos presuntos yihadistas murieron y el tercero fue detenido.
Según los datos oficiales, unos 335 belgas partieron los últimos años hacia Siria: 184 aún estarían allá, 50 murieron y 101 regresaron a Bélgica. Un cifra proporcionalmente muy elevada para este país de 11 millones de habitantes.
Bélgica fue uno de los primeros países europeos en alertar, a principios del 2013, sobre la amenaza que representan los yihadistas europeos que regresan de Siria o Irak. Junto con Francia, entre otros países, contribuyó a reforzar la cooperación a nivel europeo, y con Estados Unidos, Oriente Medio y el norte de África.
La mayoría de quienes partieron a Siria o Irak provienen de barrios con características similares: son zonas empobrecidas de Amberes, Bruselas o Vilvorde con población de origen inmigrante.
El reino se consideró durante muchos años al resguardo de las acciones en su territorio. El país es más bien utilizado como base de retaguardia por los grupos radicales.
Las primeras señales de alarma surgieron a mediados de los años 1990, cuando el Grupo Islámico Armado (GIA) argelino amenazó al reino con represalias luego del desmantelamiento de una de sus células en Bruselas.
Pero los atentados del 11 de setiembre del 2001 en Estados Unidos cambiaron el enfoque. Surgió luego de que se descubriera que los asesinos del comandante afgano Masud, jefe de la lucha contra los talibanes en Afganistán, tenían pasaportes belgas y apoyos logísticos en Bélgica.
Dos días después de los ataques contra las torres gemelas en Nueva York, la Policía belga detuvo al tunecino Nizar Trabelsi. Este exfutbolista profesional, miembro de al-Qaeda, planificaba un atentado suicida con un camión bomba contra una base militar belga donde soldados estadounidenses, según los expertos, custodiaban misiles nucleares.
Desde entonces Bélgica endureció su legislación antiterrorista, reforzó la seguridad de los pasaportes y multiplicó el desmantelamiento de células. A fines del 2008 se llevó a cabo una redada la víspera de una cumbre europea en Bruselas, que casi fue cancelada.
Más recientemente, la aparición en Amberes (norte) del grupúsculo Sharia Belgium mostró que la amenaza contra el país se precisa.
Este grupo de unas decenas de miembros, liderado por el carismático Fuad Belkacem, se especializó en el envío de voluntarios a Siria. Pero también amenazó con atacar lugares simbólicos, como el Palacio Real, y reclamó la instauración de un “Estado Islámico” en Bélgica. A mediados de febrero, 44 personas comparecerán ante el tribunal penal de Amberes, en donde están siendo juzgados por terrorismo.
Las autoridades no lograron, sin embargo, impedir el atentado perpetrado por un francés que regresó de Siria, Mehdi Nemmouche, contra el Museo Judío de Bruselas, que dejó en mayo pasado cuatro muertos.
Verviers, epicentro de una operación el jueves, es otro bastión del radicalismo: otrora ciudad industrial, con 55.000 habitantes, se convirtió en una de las ciudades más pobres del país. Cerca de la frontera alemana, el 15% de su población es de origen extranjero.