París
El Partido Socialista francés (PS), que termina cinco años en el poder con un criticado balance, resultó eliminado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales por primera vez desde 2002, un "cataclismo" que acentúa su declive, según los expertos.
El domingo por la noche, al vencedor de las primarias socialistas Benoît Hamon, las estimaciones le daban algo más del 6% de los votos, un resultado que él mismo tildó de "sanción histórica", pero con la próxima batalla en mente: las elecciones legislativas previstas para el 11 y 18 de junio.
"La izquierda no está muerta", "el combate continúa", declaró, antes de pedir el voto para el centrista Emmanuel Macron -ministro de Economía del gobierno socialista que quedó en cabeza en la primera vuelta- para frenar el avance de la extrema derecha.
Con el candidato conservador François Fillon también eliminado, el 7 de mayo será la primera vez que ninguno de los dos grandes partidos que han dominado la vida política desde hace medio siglo esté presente en la segunda vuelta de unas presidenciales.
"Simbólicamente, que el PS no esté entre los tres primeros y que ni siquiera sea la primera formación de izquierdas es un cataclismo", afirmó Rémi Lefebvre, profesor de Ciencias Políticas en Lille (norte).
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El candidato socialista comenzó a hundirse en los sondeos en las últimas semanas de campaña, mientras que el líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, efectuó una subida espectacular.
El 21 de abril del 2002, cuando el candidato socialista Lionel Jospin quedó eliminado para la segunda vuelta, marcaba hasta la fecha el principal fracaso del partido, fundado en 1905 y que gobernó por primera vez en 1981.
Cuesta abajo. En las elecciones de aquel año, marcadas por la dispersión de las candidaturas de izquierdas, la derrota fue en parte "accidental", según Lefebvre, mientras que la del 2017 marca la conclusión de un proceso de declive del partido que le ha hecho perder su estatus de primera fuerza de la izquierda.
En el 2012, cuando el socialista François Hollande llegó al poder después de tres mandatos de la derecha, las bases de la formación nunca habían parecido tan sólidas.
El PS gobernaba en la inmensa mayoría de las regiones y de los departamentos, controlaba las grandes ciudades e incluso -por primera vez- el Senado.
Cinco años después, tras un mandato marcado por una inédita oleada de atentados (239 muertos desde el 2015) y por el paro, el partido solo dirige cinco regiones y 26 departamentos. En las elecciones municipales del 2014 registró su peor derrota, perdiendo más de 150 localidades de más de 9.000 habitantes.
Pese a ser uno de los "díscolos" que contestaban la política del gobierno, el candidato socialista acabó pagando el precio de este impopular quinquenio. Tampoco consiguió reconciliar un partido dividido entre los defensores de una línea de izquierdas dentro del partido y los que prefieren una orientación más socialiberal.
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La brecha se abrió cuando algunos barones del partido pidieron el voto para Emmanuel Macron, tal y como hizo el ex primer ministro Manuel Valls, quIEN rompió su promesa de apoyar al vencedor de las primarias.
Sobre todo, subraya Thibaut Rioufreyt, investigador en Ciencias Políticas en Lyon y especialista del PS, el partido está pagando la falta de una renovación de su ideario, sin lograr "encontrar una tercera vía, no entre la izquierda y la derecha como Macron, sino entre el socialiberalismo y la izquierda radical".
Un ejemplo más de lo que ha ocurrido en otros países de Europa, como en Grecia, Austria, España, Irlanda u Holanda, donde las fuerzas socialdemócratas han encajado duras derrotas.
¿Le ocurrirá al PS francés como al Pasok griego y quedará condenado a la marginalidad? Todo dependerá de las legislativas, responden los investigadores.
"Los partidos políticos no desaparecen así como así", asegura Rémi Lefebvre. "El PS hace cien años que existe, no podemos hacer tabula rasa así de una realidad organizacional, de los electos, de los militantes, de una tradición, de una memoria, etc".