Londres
Al activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, Reino Unido puso en marcha el reloj de dos años de negociaciones de divorcio con la Unión Europea (UE), que ya se anuncian difíciles por las expectativas a un lado y otro del canal de la Mancha, pero que, en todo caso, implicará que "no hay marcha atrás", según lo advirtió la primera ministra británica, Theresa May.
El primer día de la cuenta atrás para el brexit ya sacó a relucir las diferencias. May abogó por acordar los términos de la futura relación con la UE "junto a los de la retirada", una opción rechazada por su homóloga alemana, Ángela Merkel.
"Ha llegado el momento de unirnos y trabajar juntos para lograr el mejor acuerdo posible", afirmó en un discurso en el Parlamento, minutos después de que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, recibiese en Bruselas la carta británica que notifica formalmente la salida.
"Es un momento histórico sin vuelta atrás", sentenció May.
Tusk le replicó casi de inmediato. "No hay razones para pretender que es un día feliz", manifestó, y Ángela Merkel echó el primer jarro de agua fría al rechazar negociar un acuerdo de libre comercio al mismo tiempo que el divorcio, como May pidió en su carta.
"Antes habrá que clarificar en las negociaciones como desligar las estrechas imbricaciones" entre la UE y el Reino Unido, dijo Merkel.
Al término de dos años de negociaciones, en marzo de 2019, la UE habrá perdido a un miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones y potencia nuclear.
A su vez, el Reino Unido podría perder a Escocia e Irlanda del Norte si el descontento de ambas naciones con el brexit acaba en independencia.
Los mandatarios europeos tienen previsto establecer sus grandes líneas de negociación el 29 de abril en una cumbre en Bruselas, sobre la base de la propuesta que Tusk les presentará antes del viernes.
Las negociaciones propiamente dichas empezarán a finales de mayo, principios de junio, y el primer cara a cara entre May y los líderes de los 27 será el 22 de junio.
Disputa potencial. "Lo que puede provocar en el primer momento más problemas es si Reino Unido dice que hay que negociar la salida y el futuro acuerdo" paralelamente, como ya lo anticipó May, indicó Ignacio Molina, investigador del centro español de análisis Real Instituto Elcano.
"Pero si los británicos dicen que no piensan cerrar el acuerdo de salida sin tener amarrado el acuerdo de futura relación, es un problema grave", agregó Molina, para quien, no obstante, la cuenta atrás iniciada este miércoles mete presión a Londres, "porque si no hay acuerdo, el resultado es muy desastroso para ellos".
En su futuro marco de relaciones con la UE, Theresa May expresó en la carta cursada a sus socios europeos su deseo de "un acuerdo de libre comercio audaz y ambicioso", máxime cuando Reino Unido renunció a permanecer en el mercado único europeo para no aceptar una de sus libertades: la libre circulación de personas.
"El comercio es obviamente un asunto importante y uno de los que más se habla, pero un asunto todavía más difícil será el tema del movimiento de las personas", señaló Catherine Barnard, profesora de derecho europeo en la Universidad de Cambridge, quien destaca la alusión de May a garantizar los derechos de los ciudadanos europeos residentes en Reino Unido.
Esta era una de las prioridades de la UE definidas la semana pasada por el negociador de la Comisión, Michel Barnier, quien liderará las negociaciones en nombre de los 27, junto a la factura que Londres debe pagar por sus compromisos ya adquiridos con sus socios y a la frontera entre Irlanda y la británica Irlanda del Norte.
Respecto a la factura, que los europeos estiman en hasta 60.000 millones de euros ($64.000 millones) aunque todavía no hay cifras oficiales, la ausencia de cualquier mención en la carta de la jefa del gobierno británico representa una "elección táctica" para Vivien Pertusot, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales.
Ante el potencial comercial del bloque europeo, Theresa May escogió jugar la carta de la defensa, al advertir en su misiva de que, "en términos de seguridad, un fracaso en alcanzar un acuerdo significaría que nuestra lucha contra el crimen y el terrorismo se vería debilitada".
En su carta a Tusk, May aludió en 11 ocasiones a los intereses compartidos en "seguridad" y a la aportación británica en este campo, vislumbrándose como una de las cartas de Londres en las negociaciones.
Casa dividida. El referendo del 23 de junio del 2016 (52% contra 48% a favor del brexit) dejó heridas por cicatrizar en la sociedad británica, y este miércoles coincidieron muestras de alegría y de auténtico pesar.
Nigel Farage, el antiguo líder del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP, antieuropeo), se fue a tomar cervezas a un pub de Londres, congratulándose por irse "primero" de una UE moribunda, mientras un hombre le gritaba que era "una desgracia"
Ante el Parlamento británico, una pequeña manifestación protestaba contra el brexit. "El Titanic navega hacia aguas brexit. Será un viaje tranquilo, sin obstáculos", bromeó uno de sus organizadores, Graham Fawcett.
Abdul Chudhury, un inmigrante bangladesí de 49 años, que trabaja en un puesto de sándwiches de Edimburgo, se congratuló porque hay que controlar la inmigración, "como en Australia o Nueva Zelanda, donde sólo se permite venir a vivir y a trabajar a gente capacitada".
En cambio, para el enfermero español Joan Pons, era un día lúgubre. "Nunca podré volver llamar mi casa a este país. Es una casa rota, y me parte el corazón", escribió en Twitter.
La misma división reinaba en los medios. Mientras el Daily Mail hablaba de "¡Libertad!", The Guardian advertía sobre un "salto a lo desconocido".