Madrid. Los campos que circundan el escenario de la batalla del Somm e, uno de los enfrentamientos más sangrientos de la Primera Guerra Mundial , están llenos de cementerios: 410 son de la Commonwealth, 22 franceses y 14 alemanes.
El número de tumbas y de nacionalidades sepultadas en este rincón del norte de Francia, no muy lejos de la frontera con Bélgica, por donde pasaba el frente occidental, refleja la magnitud del conflicto.
Pero tres lápidas en un pequeño camposanto rural alejado del teatro de operaciones, en el pueblo de Bailleulmont, muestran hasta qué punto la Primera Guerra Mundial, de cuyo comienzo se conmemoran 100 años, es un asunto sin cerrar. Son las sepulturas de tres soldados fusilados por cobardía, que huyeron en octubre de 1916 del horror del Somme luego de sobrevivir en julio al mayor desastre militar de la historia de Reino Unido.
Tras años de reivindicaciones, su familia logró poner sobre una de las tumbas, la de Albert Higham, muerto a los 24 años, una simple inscripción: Shot at dawn (fusilado al amanecer), para demostrar que no había nada de lo qué avergonzarse, que negarse a obedecer órdenes absurdas no es una deshonra.
Sin embargo, ni Francia ni el Reino Unido han rehabilitado en bloque a los soldados que fusilaron por negarse a combatir. Es una de las muchas cuestiones que la Primera Guerra Mundial ha dejado abiertas: desde las fronteras de Oriente Medio, que la ofensiva yihadista del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) está poniendo ahora mismo en duda, hasta el genocidio armenio (una expresión que no se puede utilizar en Turquía), pasando por las toneladas de bombas desperdigadas por los campos de Flandes o los cadáveres que aún aparecen en los antiguos campos de lucha.
Todo ello sin tener en cuenta que muchos historiadores creen que las dos guerras mundiales fueron el mismo conflicto.
Tras la Primera Guerra Mundial desaparecieron tres imperios –el austrohúngaro, el otomano y el de Prusia– y la Revolución rusa acabó con el imperio zarista.
Las huellas de ese cataclismo colectivo en los pueblos y las fronteras de Europa son enormes.
Nacionalismo y fronteras. El sábado se conmemoraron en Sarajevo los 100 años del asesinato por un nacionalista serbio del archiduque Francisco Fernando , el magnicidio que prendió la mecha.
Un siglo después, los mismos nacionalismos han convertido a Bosnia en un país imposible, formado por comunidades que se dan la espalda. El nacionalismo del actual gobierno húngaro de Viktor Orbán es otro ejemplo: acaba de conceder derecho a voto a los húngaros étnicos que quedaron fuera de sus fronteras tras el final del conflicto.
Sin embargo, en ningún lugar siguen tan abiertas esas fronteras como en Oriente Medio. “Crearon fronteras en la arena para inventar países. Y todavía estamos viendo las consecuencias”, explica el escritor británico Tim Butcher, que acaba de publicar The trigger. Hunting the assassin who brought the world to war ( El gatillo. En busca del asesino que llevó la guerra al mundo ), una biografía de Gavrilo Princip , el asesino del archiduque, pero también un ensayo sobre la vigencia del conflicto.
“Creo que en aquella época empezó el nacionalismo, con el final de los imperios. Solo unos años después surgió el fascismo y el nazismo. Hemos visto cómo ha vuelto a resurgir en los 90 en los Balcanes y estas últimas semanas en Ucrania. Todo eso nació entonces”, dice.
El historiador Ricardo Artola, quien publicó este año La Primera Guerra Mundial. De Lieja a Versalles, también cita las fronteras de Oriente Medio: “Fue la última expansión colonial europea tras el desmembramiento del Imperio otomano. Pero en el fondo refleja el declive de sus empresas coloniales. Y al final fue un desastre”.
Polémica por fusilados. Más allá de los campos todavía sembrados de bombas o de la toxicidad de la tierra por el empleo masivo de gases, como ocurre en Verdún, el asunto que provoca un debate más encendido todavía es el de los fusilados, unos 740 franceses y 340 británicos.
El senador comunista Guy Fisher presentó el 14 de junio, en nombre de su partido, un proyecto de ley en la Asamblea Nacional para pedir una rehabilitación colectiva.
Sin embargo, el presidente François Hollande ya se había negado en noviembre, basándose en un informe de una comisión de expertos, dirigida por Antoine Frost, el cual concluía que la rehabilitación “es un proceso jurídico muy complicado” por lo que recomendaba centrarse “en todo lo relacionado con la memoria”.
Los que se muestran contrarios a la rehabilitación creen que no se puede juzgar con criterios del siglo XXI decisiones que se tomaron entre 1914 y 1918. Además, aseguran que algunos fueron fusilados por negarse a combatir y a seguir órdenes demenciales, pero que otros lo fueron por delitos como violaciones o asesinatos.
El proyecto propone “la adopción de una ley simple que declare el perdón y la inscripción de sus nombres en los monumentos”, no un debate “sobre las complicaciones jurídicas que implica el concepto de muerto por la patria”.
El debate sobre el perdón de los fusilados refleja también la polémica más profunda sobre esta catástrofe mundial. “El origen y la responsabilidad siguen siendo una cuestión abierta”, señala Ricardo Artola. Recuerda que se han publicado 25.000 libros sobre un conflicto en el que este y otros muchos asuntos siguen discutiéndose.