Barcelona. AFP. Luego de seis meses de desencuentros, el independentismo catalán se ha vuelto a unir de cara a las elecciones regionales, que espera transformar en un primer paso hacia la secesión, pese a las advertencias de Madrid y los esfuerzos del rey.
Una de cal y otra de arena. La de cal la dio el jefe del Gobierno español, Mariano Rajoy, el jueves, al reaccionar de forma contundente a la creación de una lista unitaria por la independencia de Cataluña: “No habrá independencia de Cataluña”, dijo más tajante que nunca.
La de arena proviene del rey Felipe VI, que en su primer año de mandato intensificó sus visitas a esta región de 7,5 millones de habitantes y con una quinta parte de la riqueza española.
El viernes recibió en un encuentro protocolario en su palacio al presidente independentista catalán, Artur Mas, durante una hora y cuarto de reunión cuyo contenido no se dio a conocer.
“Vengo en son de paz”, bromeó Mas antes de ser recibido por el monarca, con el rostro muy serio y sin apenas decir palabra.
Tres días antes, el gobernante catalán pactó con los independentistas de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) un plan para acelerar una hipotética secesión de Cataluña si ganan las elecciones del 27 de setiembre.
Freno a Podemos. Enfrentados en los últimos meses por sus diferencias ideológicas, el Partido Convèrgencia Democràtica de Catalunya (CDC, centroderecha) de Mas y ERC (izquierda) se presentarán en coalición en estas elecciones que quieren usar como referendo sobre la independencia.
La candidatura, liderada por las poderosas asociaciones civiles ANC y Omnium, responsables de masivas manifestaciones, pretende reactivar al electorado nacionalista y frenar el ascenso de Podemos.
Podemos sacudió en el último año la política española y ahora persuade en Cataluña, amenazando con ello el poder del nacionalismo. El Partido rechaza la independencia, pero promete una nueva Constitución que refleje el carácter plurinacional de España y el derecho de Cataluña a decidir sobre su futuro.
“Hay preocupación por la emergencia de Podemos”, apuntó el politólogo y articulista del diario conservador ABC , Ignacio Martín Blanco. Coincide el analista político Joseph Ramoneda, al asegurar que entre los partidos independentistas existía el temor de que la irrupción de Podemos dejara en segundo plano el debate nacionalista.
Este temor nació, según Ramoneda, en las elecciones municipales del 24 de mayo, cuando una plataforma ciudadana integrada por Podemos birló la Alcaldía de Barcelona al movimiento nacionalista.
Para setiembre, la izquierda prepara una lista similar, con el objetivo de ganarle a Mas, a quien relacionan con recortes presupuestarios y corrupción.
Esta amenaza provocó que los dos líderes independentistas, Mas y el presidente de ERC, Oriol Junqueras, dejaran atrás las diferencias evidenciadas desde el simbólico referendo que tuvo lugar el 9 de noviembre.
Desde entonces no dejó de perder apoyo, según las encuestas del gobierno regional, que por primera vez, desde junio de 2011, mostraron una mayoría contraria a la independencia.
“Se veía la posibilidad de derrota y aumentó la presión para ponerse de acuerdo”, dijo el politólogo Klaus-Jürgen Nagel, de la Universidad Pompeu Fabra.
La lista no la encabezará Mas, mal visto desde la izquierda, sino Raul Romeva, un exeurodiputado ecolocomunista surgido de una de las formaciones aliadas de Podemos. Una decisión con “una pretensión clara de neutralizar a Podemos”, indica Martín Blanco.
Lo seguirán Carme Forcadell y Muriel Casals, las líderes de ANC y Omnium, cuyas manifestaciones forzaron a Mas a dejar atrás su nacionalismo moderado para abrazar el independentismo.
Si obtienen la mayoría parlamentaria, algo que las últimas encuestas ponen en duda, emprenderán un ambicioso plan para conseguir la independencia, incluso declarándola de forma unilateral.
Pero incluso de no superar la mayoría absoluta, la coalición independentista parece tener asegurado el poder en la región. La oposición quedaría muy fragmentada y con partidos irreconciliables como Podemos y el conservador Partido Popular, por lo que “no hay ninguna posibilidad de gobierno alternativo”, dice Ramoneda.
“Habrá un gobierno soberanista pero probablemente sin la fuerza suficiente para dar pasos hacia la independencia y seguiremos en esta situación de empantanamiento que ya hace tiempo existe y no se resuelve”, vaticinó.