Ciudad del Vaticano. EFE y AFP. La urgencia de recuperar la fe en el mundo contemporáneo para ayudar a la humanidad “a distinguir el bien y el mal”, y la defensa de la familia tradicional, “fundada en el matrimonio” entre hombre y mujer, constituyen los dos ejes principales de la primera encíclica del papa Francisco.
Cuatro meses después de la elección del primer Pontífice jesuita y latinoamericano, Francisco hace una reflexión sobre la fe en el documento, denominado Lumen fidei ( La luz de la fe ).
Dividida en cuatro capítulos, una introducción y una conclusión, la encíclica –que en su versión en español tiene 82 páginas– completa la labor teológica de Benedicto XVI sobre las virtudes después de Deus cáritas ( Dios es caridad ), del 2005, Spe Salvi ( Sobre la esperanza cristiana ), del 2007, y Cáritas in veritate ( En la caridad y en la verdad ), del 2009.
Se trata de la primera encíclica de la historia del catolicismo escrita por dos pontífices, ya que Benedicto XVI había iniciado su redacción antes de renunciar al pontificado en febrero pasado.
A la primera redacción elaborada por el papa emérito, Francisco agregó “algunas aportaciones”, como él reconoce abiertamente en la introducción
El texto, con numerosas citas y menciones del Evangelio, así como de autores laicos como Dostoievsky, Dante, Nietzsche y T. S. Eliot, conserva el estilo de la mayoría de los documentos y libros de Benedicto XVI, un reconocido teólogo.
En la introducción, que en cambio tiene el lenguaje literario de Francisco, el Papa argentino explica el objetivo de la encíclica: “Responder a la objeción de muchos comtemporáneos” de que la fe “ya no sirve para los tiempos nuevos, para el hombre adulto, ufano de su razón, ávido de explorar el futuro de una nueva forma”.
Valor de la fe. El Pontífice asegura que la fe no es intransigente y el creyente no es arrogante y que la fe “sin verdad, no salva”.
“Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo”, resalta en el texto, en el que asegura que si desaparece la fe en Dios “se debilitaría la confianza entre los hombres, que quedarían unidos solo por el miedo”.
“En primer lugar hay que recuperar el carácter de luz propio de la fe, capaz de iluminar toda la existencia del hombre, de ayudarlo a distinguir el bien y el mal, sobre todo en una época como la moderna, en la que el creer se opone al buscar y la fe es vista como una ilusión, un salto al vacío que impide la libertad”, escribe Francisco.
“En la cultura contemporánea se tiende a menudo a aceptar como verdad solo la verdad tecnológica, lo que el hombre puede construir y medir con la ciencia. La verdad grande, la que explica la vida personal y social es vista con sospecha”, denuncia el Sumo Pontífice.
Al mismo tiempo, el jefe de la Iglesia católica advierte de que la fe no es un presupuesto que hay que dar por descontado, “sino un don de Dios que debe ser alimentado y fortalecido”, y tampoco algo privado o una opinión subjetiva, “sino que nace de la escucha y está destinada a convertirse en anuncio”.
También destaca que la fe sin verdad no salva, no da seguridad y que por ello recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy más necesario que nunca “debido a la crisis de verdad” que impera.
Francisco asegura que la verdad no se impone con la violencia y no aplasta a la persona y que por ello la fe no es intransigente y el creyente no es arrogante. “Al contrario, la verdad lo hace humilde”.
Matrimonio heterosexual. Otro pilar de la encíclica es lo referente a la familia y el matrimonio.
El Papa reitera que el matrimonio es “la unión estable entre un hombre y una mujer”, y llama a la pareja a cultivar la fe con los hijos.
Para Benedicto XVI y Francisco, la familia “nace del reconocimiento y de la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual”, que “promete un amor para siempre y reconoce el amor creador que lleva a generar hijos”.
El papa Bergoglio también se refiere a los jóvenes y señala que las Jornadas Mundiales de la Juventud –las próximas serán del 22 al 28 de julio en Río de Janeiro– son momentos en los que los muchachos “manifiestan la alegría de la fe, ya que aspiran a una vida grande”.