París. EFE. El ultraderechista Frente Nacional (FN) logró, en la primera vuelta de las regionales francesas, su tercera victoria a nivel nacional en año y medio, un ascenso fulgurante que ha colocado al partido que lidera Marine Le Pen en el centro del debate político.
Se trata del mejor trampolín posible para que la dirigente de extrema derecha encare en buena situación las próximas elecciones del país, las presidenciales del 2017, la verdadera ambición que la mueve.
Tras haber rozado el 25% de los votos en los comicios europeos de mayo del 2014 y haberlo superado por poco en las departamentales de marzo pasado, el FN volvió a ser, el domingo, el partido más votado, con más del 28% de los sufragios, un punto más que la derecha tradicional de Nicolás Sarkozy y cinco más que los socialistas del presidente François Hollande.
Marcando el paso. Le Pen obliga así a sus posibles rivales en el 2017 a bailar al ritmo que ella dicta, destaca la profesora del Centro de Estudios Europeos de Sciences Po , Nonna Mayer, especialista en el FN.
La líder ultraderechista marca la agenda y los partidos tradicionales siguen su estela, agrega la politóloga.
Los atentados del 13 de noviembre en París “no han hecho más que acelerar el proceso”, agrega Mayer, quien considera que “las medidas adoptadas por el Gobierno, en especial l a extensión del estado de emergencia , crean en el electorado la sensación de que tiene razón”.
Su discurso de cierre de fronteras, control de la inmigración y estigmatización de los musulmanes, recibió un espaldarazo con los atentados yihadistas, planificados y cometidos por musulmanes residentes en Europa y que se beneficiaron de la permeabilidad de las fronteras europeas para viajar a Siria.
“Desde el siglo XIX, la ultraderecha propone responder a los desafíos geopolíticos con el cierre de la sociedad”, señala en el diario Libération el investigador Nicolas Lebourg, quien considera que cada vez que el contexto se radicaliza, su apoyo sube.
Por su lado, Pascal Perrineau, también profesor en la conocida Sciences Po, puntualiza que la oferta extrema del FN se ha encontrado con una “demanda radicalizada” después de los ataques del 13 de noviembre.
Algo similar ya sucedió a principios de siglo, recuerda, cuando el fundador y entonces líder del FN, Jean-Marie Le Pen , consiguió pasar a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales del 2002, celebradas meses después de los atentados del 11 de setiembre del 2001 en Estados Unidos.
A diferencia de su progenitor, a quien sustituyó en el 2011, Marine –eurodiputada desde el 2004– logró estabilizar su apoyo electoral que, en época del fundador, se había habituado a los altibajos.
Más joven, más dinámica, más telegénica y menos polémica, la líder del FN arrastra casi de forma constante a unos seis millones de votantes, un apoyo importante que, en función de la participación, le permite pesar más o menos en el panorama político.
En las presidenciales del 2012 rozó el 20% de los votos con una importante participación, lo que movió hacia la derecha el programa de Sarkozy.
En los últimos comicios europeos, en los departamentales de marzo y en los regionales del domingo, consolidó su electorado y, sobre todo, afianzó su arraigo territorial, principalmente en la Francia más rural, algo inédito en un partido que se sustentaba en un puñado de feudos.
El 28,4 % del domingo, con una participación del 50 %, es su mejor resultado histórico.
Por vez primera estará en la segunda vuelta en todo el territorio en unos comicios de este tipo, con buenas opciones de conquistar, al menos, tres regiones.
Sobre todo Nord Pas de Calais Picardie, con la propia Marine, y la región de Provenza Alpes Costa Azul, en el sureste, con su sobrina Marion Maréchal Le Pen, ambas con más del 40% de los sufragios en la primera vuelta.
La única forma de que no acaben siendo presidentas regionales pasa por que votantes de izquierda apoyen en la segunda vuelta, el próximo domingo, a dos exministros de Sarkozy, algo que, incluso pese a los llamamientos de la dirección socialista a hacerlo para frenar al FN, no parece sencillo.
Un prueba más de que la irrupción de Marine Le Pen reescribe las reglas del juego.