Ciudad del Vaticano. AFP. Treinta y cinco años después del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, el Vaticano reconoció que hubo una campaña para denigrar al religioso centroamericano, cuya beatificación estuvo bloqueada en la época de Juan Pablo II y reivindicada en la nueva era de Francisco, que lo considera un modelo para América Latina.
Asesinado en San Salvador cuando oficiaba misa el 24 de marzo de 1980 por un francotirador contratado por la ultraderecha, monseñor Romero fue tildado tanto en los últimos años de su vida como después de muerto de ser “un desequilibrado”, “un marxista”, un “títere manipulado por curas de la teología de la liberación que le escribían sus encendidos sermones” contra la oligarquía, las injusticias sociales y la represión en su país.
Múltiples acusaciones, denuncias y críticas lanzadas por diplomáticos, políticos, religiosos y hasta cardenales.
Intrigas y presiones que frenaron el proceso de canonización de monseñor Romero, quien será finalmente beatificado el 23 de mayo en su ciudad , 19 años después de que el proceso fuera abierto oficialmente por el Vaticano en 1997.
Freno. El arzobispo italiano Vincenzo Paglia, actual presidente del Consejo Pontificio de la Familia y postulador de la causa de beatificación de monseñor Romero , reconoció, en febrero pasado, las numerosas trabas que el proceso sufrió.
“De no haber sido por el papa latinoamericano Francisco, Romero no hubiera sido beatificado”, confesó el arzobispo.
Entre los enemigos de Romero en el Vaticano figuran dos influyentes cardenales, los colombianos Alfonso López Trujillo y Darío Castrillón Hoyos.
“López Trujillo temía que la beatificación de Romero se transformara en la canonización de la teología de la liberación”, recordó Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio, el movimiento católico que apoyó y financió la causa de Romero.