Barcelona
Apenas cuatro paradas de metro separan Gracia de Nou Barris, dos barrios de Barcelona que parecen vivir en realidades paralelas ante el referendo de independencia de Cataluña, que mantiene a sus ciudadanos divididos entre votar o abstenerse, irse o quedarse en España.
Desde dentro de su puesto de flores, a resguardo de la lluvia, Ignacio Pérez observa con disgusto un autobús con el lema "Hola República" de la campaña del sí para la consulta del 1.° de octubre, que Madrid está intentando impedir a toda costa tras haberlo declarado ilegal.
"Eso a mí me molesta", dice este florista de 63 años. "Es un machaque continuo, siempre lo mismo. Ojalá pusieran el mismo esfuerzo en mejorar la sanidad, la educación o el empleo".
El cartel es uno de los pocos indicios de la exaltación independentista de muchos catalanes en este distrito obrero, casi en los confines de Barcelona, donde se asentó gran parte de la inmigración llegada del resto de España en el siglo pasado.
El español domina las conversaciones y en sus mastodónticos bloques de pisos solo asoman algunas banderas españolas y no las independentistas omnipresentes en otras zonas de Cataluña.
"Hay una mayoría de gente que no quiere la independencia, pero estamos callados, silenciados", asegura Pérez.
Según la última encuesta publicada en un julio por un instituto demoscópico catalán, el 49,4% de los catalanes no quería la secesión, frente a un 41% a favor.
Sin embargo, son los independentistas quienes gobiernan esta región de 7,5 millones de habitantes, y que representa casi el 20% del PIB español.
En las elecciones catalanas del 2015, les bastó un 47,6% del voto para obtener una mayoría absoluta en el Parlamento regional.
Con este margen, el presidente de la Generalitat (Gobierno), Carles Puigdemont convocó el referendo y quiere declarar la secesión si gana el sí sea cual sea la participación.
"Con una mayoría tan exigua y en minoría social no puedes lanzar un proceso así. No se puede romper un país con tan poco apoyo", lamenta Pérez.
En Nou Barris, el voto independentista se quedó en el 29,1% en esos comicios, mientras que los partidos contrarios recabaron el 53% de las papeletas.
Oposición en silencio. "Nos han impuesto su plan aprovechando que los que no queremos la independencia no estamos unidos ni nos movilizamos", protesta Ana Bahamonde, de 52 años, desde su panadería.
Sus clientes, dice, prefieren no hablar del tema. "Está mal visto decir que no quieres la independencia, se te identifica con la extrema derecha. Por eso yo no voy a manifestaciones por la unidad".
Tampoco participará en el referendo, si acaba celebrándose: "Me gustaría que pudiéramos votar bien, pero no así. El gobierno sabe que solo irán los suyos y les va bien, así ganan, seguro".
Muy diferente lo ven en Gracia, un antiguo pueblo de veraneo para la burguesía barcelonesa, anexionado a la ciudad a finales del siglo XIX y ahora uno de los barrios más de moda.
En sus calles peatonales de casas bajas se multiplican las banderas independentistas y los logos del sí. Aquí los separatistas consiguieron un 60,5% del voto, el mejor resultado en Barcelona.
"No entiendo que no quieran ir a votar", tercia Soledat Farré, gestora de eventos deportivos, de 59 años. "Entiendo que quieran seguir en España, pero que vayan a votar. Si fueran todos, creo que nosotros lo tendríamos muy difícil para ganar".
Las operaciones policiales de los últimos días, deteniendo a responsables del Gobierno regional e incautando papeletas, crisparon los ánimos entre los independentistas y generaron numerosas protestas en la región.
"No entiendo esta cerrazón de Madrid. No escuchan, no quieren entender. Nos ven simplemente como súbditos, tenemos que obedecer y basta", dice, enfadado, Ignasi Tort.
Este informático de 50 años se hizo independentista en los últimos años de creciente tensión con Madrid, pero esperaba que se pudiera llegar a un nuevo acuerdo para seguir en España.
Ahora está "desencantado", especialmente viendo la "vergonzosa" ofensiva desplegada desde Madrid.
"Con esto te das cuenta que la independencia es la única salida. Aunque hicieran una contraoferta, que lo dudo, debería incluir un referendo para poder irnos".
La celebración de la consulta es cada vez más incierta ante la presión de Madrid. Desde su floristería de Nou Barris, Ignacio Pérez teme que esto acabe alterando la convivencia de la sociedad.
"Por ahora, en la calle no hay división ni problemas", dice. "Pero si finalmente no se hace el referendo o no sirve para nada, porque no es legal, eso va a generar muchísima frustración y puede enrarecer el ambiente".