Belfast
"Hemos bautizado Bernadette a tu hija", exclamaba una militante provida, mientras agitaba un feto de plástico frente a una joven que salía de una clínica de abortos en Irlanda del Norte. "Bienvenida a uno de los lugares más conservadores de Europa", reclamaba cerca de allí Claire Bailey.
En pleno centro de Belfast, capital del país, una patrulla de la Policía y decenas de activistas antiaborto esperan, dos veces cada semana, la llegada de las pacientes que visitan la clínica Marie Stopes, quienes son, por lo general, muy jóvenes. Son recibidas con tristes cantos litúrgicos, viendo pasar delante de ellas fotos de fetos ensangrentados.
"La mayoría llega en un estado de absoluto desamparo. Y, una vez aquí, se ven cercadas por estos activistas que amenazan con denunciarlas a la Policía o a los medios. Algunas se hunden completamente", explicó Bailey, vicepresidenta del Partido Verde.
La tensión es tal que la clínica recurrió a voluntarios como ella para escoltar hasta la salida a las mujeres que se realizan un procedimiento. "A veces hay que acompañarlas hasta la estación, cuando son perseguidas", contó Bailey.
"Les damos consejo, eso es todo. No son pacientes, porque no es un centro de cuidados sanitarios", corrigió secamente una militante antiabortista que no quiso dar su nombre. Dos señoras mayores, que sujetan una pancarta que dice "el aborto no borra la violación", tampoco quisieron hablar. Están aquí "solo para rezar".
Aborto restringido. La ley del aborto en esta nación es más estricta que en el resto del Reino Unido. Aquí la interrupción solo es posible en las primeras nueve semanas de embarazo y únicamente si la vida de la futura madre corre peligro.
La violación, el incesto o gestar un bebé con malformaciones, no son razones legales para abortar, un crimen sujeto a la cadena perpetua.
Como resultado, 802 norirlandesas salieron del país en el 2013 para abortar en otro lugar. "Todo esto porque Irlanda del Norte está gobernado por fundamentalistas", aseveró Bailey.
Como otras tantas militantes de los derechos de las mujeres, Bailey denuncia la influencia que la Iglesia presbiteriana y las corrientes creacionistas, como la Caleb Foundation, tienen sobre el partido de derecha protestante DUP (Democratic Union Party), mayoritario en la asamblea semiautónoma de Irlanda del Norte.
"Nuestro primer ministro, Peter Robinson, está convencido de que la Tierra tiene 6.000 años y que fue creada en seis días", afirmó. En abril, el ministro de Sanidad, Jim Wells, renunció después de haber relacionado a los homosexuales con los pedófilos.
Irlanda del Norte es también la última región del Reino Unido que sigue prohibiendo el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Incluso el vecino irlandés acaba de aprobarlo. "Es genial, pero no cambia nada para nosotros. El Ulster sigue siendo un punto negro en el mapa de Europa", lamentó James Copeland, de la asociación Rainbow Project.
El sexo, en general, es una "cuestión tabú", aseguró Bailey. "El racismo también es un enorme problema", añadió.
"No somos buenos en temas de diversidad", constató Evelyn Collins, presidenta de la Comisión de Igualdad, un organismo semipúblico creado en el marco del acuerdo de paz que puso fin, en 1998, a 30 años de violencias interconfesionales.
Esta intolerancia la experimentó ella misma cuando la Comisión apoyó a un demandante que denunciaba a una panadera que no quiso hacerle una tarta promatrimonio gay. "Recibí 300 cartas de insultos, algunas diciéndome que ardería en el infierno", dijo.
Una manifestación en apoyo a la panadera reunió a miles de personas en Belfast. "En primera fila, cuatro ministros cantaban salmos", recordó.
Bastión conservador. Para ella, este conservadurismo es ante todo una herencia del conflicto que dejó más de 3.000 muertos. "La violencia disuadió a la gente del exterior de venir a aportar su diferencia".
También, el mismo convenio de 1998 creó un sistema político particular donde, para garantizar la paz, el Ejecutivo está compuesto por una coalición impuesta entre unionistas protestantes y republicanos católicos.
Para evitar volver a los años más negros, cada partido cuenta además con derecho de veto, un instrumento que le permitió al DUP pronunciarse hasta en cuatro ocasiones para terminar radicalmente con todo proyecto de ley sobre el matrimonio gay.
La única esperanza son los tribunales. Varios recursos, sobre el aborto y el matrimonio homosexual, se estudiarán en las próximas semanas. "No es digno de una democracia. Es simplemente deprimente", lamentó Bailey.