La crisis griega: preguntas y respuestas
¿Cómo entró Grecia en la actual crisis?
En 2001, para ser aceptada en la zona euro, Atenas disfrazó su mala situación económica derivada de un gasto excesivo. En 2009, el país tenía un agujero fiscal equivalente al 14% del PIB, frente al dato oficial del 3,7% que daba a Bruselas. El país estaba viviendo de prestado y, de un día para otro, el déficit pasó de 7.000 millones a cerca de 30.000 millones de euros. Todo el dinero fue consumido en una gestión estatal dispendiosa, ineficiente y corrupta.
El país estaba quebrado y no podía pagar su deuda, así que pidió un “rescate” internacional que fue aprobado en mayo del 2010, por 110.000 millones de euros, a cambio de duras medidas de austeridad que sumieron al país en depresión económica.
¿Por qué se habla ahora de un momento crucial?
El 30 de junio Atenas debe pagar al FMI más de 1.500 millones de euros. No podrá hacerlo si antes no recibe el último tramo de asistencia financiera europea por unos 7.200 millones de euros. Y si no paga al FMI, el organismo declarará al país en default (cesación de pagos).
¿Por qué no le giran esos 7.200 millones de euros?
Porque a cambio debe adoptar programas de austeridad que coloquen la economía en números negros para el 2016. Pero en enero ganó las elecciones el partido de izquierda Syriza, que propone reestructurar la deuda y modificar las reformas exigidas por los acreedores para no afectar a la población. Reclama, además, un plan de inversiones para generar empleo. Las actuales negociaciones buscan conciliar esas divergencias.
¿Y si Grecia no paga?
Además de los retiros de efectivo que ya se están produciendo en los bancos, el valor de los bonos del Tesoro griego quedaría en cero. Italia y Francia perderían sumas millonarias prestadas a Grecia, que quedaría fuera de la zona euro.
¿Por qué teme la UE la salida de Grecia?
Porque se puede dar un “contagio”. Los inversores desconfiarían de los llamados países periféricos, como Portugal o España. El principal riesgo es político: si Grecia sale, la zona euro no se vería como una unión sólida, sino como una unión monetaria de gobernanza débil. Esto les daría argumentos a los euroescépticos, desde los que sueñan con una unión monetaria sin Estados vulnerables, hasta quienes adversan las “imposiciones” de Berlín y Bruselas.