Río de Janeiro. AFP. La presidenta Dilma Rousseff y su rival socialdemócrata Aécio Neves cerraron ayer sus campañas para la segunda ronda electoral más reñida de la historia reciente de Brasil.
Tras una campaña electoral llena de dramas, sorpresas y agresivos ataques entre los contendientes, Rousseff aventaja por entre seis y ocho puntos a Neves, según las últimas encuestas.
Rousseff, una exguerrillera de 66 años que fue elegida como primera mujer presidenta de Brasil y quiere ampliar los 12 años del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) en el poder, hizo una caminata por las calles de Porto Alegre (sur), donde creció y votará hoy, en un intento por convencer a millones de indecisos para definir el balotaje.
Aécio Neves, un exsenador y exgobernador de 54 años del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) que encarna el cambio y es el preferido de los mercados , visitó la tumba en el estado de Minas Gerais (sureste) de su abuelo, el presidente electo Tancredo Neves, gran figura de la transición a la democracia pero fallecido en 1985 antes de asumir el cargo.
Artillería pesada. Ambos rivales se han disputado el liderazgo en los sondeos desde que pasaron al segundo turno y dejaron atrás a la ecologista Marina Silva . En esta fase han utilizado artillería pesada para minar la imagen del rival.
Rousseff ha acusado a Neves de nepotismo cuando era gobernador de Minas Gerais; ha insinuado que es agresivo con las mujeres –sin referirse a un reporte de prensa que recorre las redes sociales y que asegura que empujó y pegó a su acompañante en una fiesta en 2009– y que conduce bajo los efectos del alcohol o drogas (Neves no hizo un test de alcoholemia cuando fue detenido por la policía).
Neves ha acusado a Rousseff también de nepotismo, pero sobre todo de “incompetencia” para manejar la sétima economía mundial y de “connivencia” con escándalos de corrupción.
En estos últimos días la corrupción saltó al primer plano en este país indignado con los escándalos de desvíos de dinero público, como reflejaron las masivas manifestaciones callejeras de 2013.
Neves abrió el octavo y último debate presidencial el viernes en la TV Globo citando información de la revista opositora Veja , que denunció que tanto Rousseff como el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), su padrino político, sabían de los desvíos de dinero de Petrobras, la mayor empresa de Brasil, controlada por el Estado.
Petrobras. Alberto Yousseff –cuyo testimonio a la justicia publica Veja – y un exdirector de Petrobras, Paulo Roberto Costa, denunciaron sobreprecios en contratos de constructoras con la petrolera destinados a financiar al PT y a partidos aliados. Ambos buscan reducir sus penas a cambio de dar a la policía información privilegiada, y sus denuncias no han sido probadas. Rousseff calificó esas denuncias de “terrorismo electoral”.
La presidenta contraatacó recordando un escándalo de compra de votos atribuido al partido de Neves en Minas Gerais (sureste), con 10 acusados que nunca han sido juzgados. El PSDB siempre consigue “guardar en un cajón y archivar” las denuncias, dijo Rousseff.
Rousseff y Neves, que según un estudio del diario Folha de Sao Paulo destinaron una cuarta parte de su campaña electoral a atacarse y apenas un 12% a presentar sus propuestas, saben que para ganar deben convencer sobre todo a la clase media del sur y sureste, dividida, en partes iguales entre ambos aspirantes.
El noreste, con la mayor población negra y pobre de Brasil, es un gran bastión del PT donde los programas sociales benefician a 50 millones de brasileños desfavorecidos, una cuarta parte de la población del país con una de las mayores tasas de desigualdad.
Los electores de mayores ingresos apoyan a Neves y acusan a Rousseff de estancar el crecimiento y descuidar la inflación, que ha superado el techo de la meta y alcanzó 6,75% en 12 meses.