Brasilia. EFE. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, asumió el jueves su segundo mandato con la promesa de aliviar a los pobres del ajuste fiscal que prepara y la propuesta de un “pacto nacional” contra la corrupción, cuyo último escándalo estalló en la firma estatal Petrobrás .
Esos fueron los puntos centrales del discurso que pronunció al jurar el cargo ante el pleno bicameral y delegaciones de 70 países, entre los que estaban los presidentes de Bolivia, Chile, Costa Rica, Paraguay, Uruguay y Venezuela, y los vicepresidentes de Estados Unidos y China, los dos mayores socios comerciales de Brasil.
“Más que nadie, sé que Brasil necesita volver a crecer y los primeros pasos para ello pasan por un ajuste fiscal y un aumento del ahorro público, pero haremos eso con el menor sacrificio posible para la población, en especial para los más necesitados”, declaró la mandataria.
El Gobierno aún no ha dimensionado el ajuste, pero ha adelantado que será “severo”, algo frente a lo cual Rousseff aclaró que se hará sin tocar las leyes laborales proteccionistas.
“Reafirmó mi compromiso con la manutención de todos los derechos laborales y de los derechos de la seguridad social”, aseguró.
Sobre la corrupción, que promete ser una piedra en el zapato en este segundo mandato, propuso en forma vaga combatirla con “un gran pacto nacional” que involucre a “todas las esferas del Gobierno y todos los segmentos de poder”.
Cáncer de Petrobrás. También se refirió directamente a Petrobrás, empresa en la que durante la última década se enquistó una mafia de directores que operaba en combinación con políticos y empresarios y que, según cálculos de la Policía, se apropió de alrededor de $3.760 millones .
Rousseff garantizó que se investigarán las irregularidades en la compañía “con rigor” y que se crearán “mecanismos” para evitar que se repitan, pero también instó al país a “defender” a la compañía de “predadores internos y de enemigos externos”.
En materia de política exterior, afirmó que en su nuevo mandato mantendrá como “prioridad” la integración de Suramérica, América Latina y el Caribe, sin “discriminaciones de orden ideológico”.
También aseguró que pondrá más “énfasis” en las relaciones con África, Asia y el mundo árabe y dijo que se propone “mejorar” los nexos con Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Japón.
Aunque no lo citó entre sus objetivos principales, Rousseff ha dado indicios de que pretende recomponer las relaciones con Estados Unidos, golpeadas desde mediados de 2013, cuando el exanalista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Edward Snowden denunció que la mandataria brasileña era espiada por las agencias estadounidenses .
“Es de gran importancia mejorar nuestra relación con Estados Unidos, por su importancia económica, política, científica y tecnológica, además del volumen de nuestro comercio bilateral”, manifestó Dilma Rousseff.
El vicepresidente estadounidense, Joe Biden, fue objeto de una deferencia especial por Rousseff: fue la única autoridad extranjera que tuvo una audiencia particular con ella.
Ni Brasil ni Estados Unidos informaron sobre lo tratado y Biden tampoco quiso aclararlo en unas breves declaraciones a periodistas.
“Es un nuevo año, un nuevo comienzo”, expresó tras su reunión con Rousseff, que según la agenda de la mandataria duraría unos diez minutos pero, según dijeron a Efe fuentes oficiales, se extendió durante casi una hora.
Consultado sobre si existe la posibilidad de que la mandataria haga una visita a Estados Unidos este mismo año, Biden tampoco fue claro. “Espero que sí”, respondió en forma escueta.
Biden fue uno de los últimos dignatarios extranjeros en retirarse de un coctel ofrecido por Rousseff en el palacio de Itamaraty, sede de la cancillería, que marcó el fin de los actos de su investidura, que no tuvo ningún calor popular.
Pese a que el gobernante Partido de los Trabajadores (PT) había anunciado que movilizaría a 30.000 militantes hacia Brasilia para los actos, la asistencia en realidad no llegó ni a la mitad.
Las entre 10.000 y 15.000 personas presentes portaban casi en su totalidad las banderas rojas del PT.
Por el contrario, no se vieron carteles ni banderas de ninguno de los movimientos sociales que siempre han apoyado a ese partido, pero que ahora se empezaron a distanciar tras los indicios de que Rousseff dará un giro ortodoxo y liberal a su política económica.