Río de Janeiro. AFP. Cuando un ataque a un muñeco inflable llega a las portadas de los diarios, no es difícil anticipar nuevos vaivenes de la crisis política que sacude a Brasil.
El muñeco personifica al popular expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva vestido de presidiario, y se ha convertido en un símbolo de los manifestantes de derecha que intentan derribar a su sucesora Dilma Roussef f.
Una simpatizante del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), fundado por Lula, perforó el viernes a cuchillazos el muñeco, que cuando está inflado alcanza una altura de 12 metros. Hubo titulares de prensa sobre el “atentado” y una campaña de odio en las redes sociales contra la agresora.
El incidente, una anécdota secundaria en la complicada situación que vive Rousseff, va mucho más allá del muñeco.
Hace meses que Lula, de 69 años, no esconde su inquietud por la crisis que afecta al PT .
Luego de afirmar que recorrerá el país en defensa del gobierno, el líder histórico del partido que gobierna Brasil hace 12 años admitió el viernes que si es necesario será candidato a la presidencia en el 2018.
“Los adversarios todo el santo día están hablando de mí, y aprendí una cosa: sólo se puede matar a un pájaro si se queda quieto. Si sigue volando es más difícil. Por eso, yo volví a volar de nuevo”, afirmó Lula el sábado en un acto junto al expresidente uruguayo José Mujica.
“Ahora voy a hablar, voy a viajar, voy a dar entrevistas, voy a incomodar”, advirtió Lula.
Mientras, la presidenta de la sétima economía del mundo pelea contra un goteo de malas noticias. La última: la entrada en recesión de Brasil en el segundo trimestre de este año .
Al mismo tiempo, el escándalo de corrupción golpea a Petrobras , la inflación duplica la meta oficial y la tasa de desempleo marca su máximo en seis años.
Pese a que fue reelecta en el 2014 con 52% de los votos, la gestión de la gobernante es avalada por el 8% del electorado.
“La presidenta enfrenta una gran crisis de gobernabilidad”, dijo la consultora BMJ que predice una “creciente inestabilidad” hasta el final del 2015.
“La combinación de la crisis económica con la agitación política ha empujado a Brasil a una tormenta perfecta en el 2015”, añadió el informe.
En este contexto, la intención de Lula de convertirse en el salvavidas de su sucesora no será una tarea sencilla.
Para David Fleischer, profesor emérito de Ciencia Política en la Universidad de Brasilia, el exgobernante siempre quiso regresar a la presidencia y prolongar el dominio del partido que cofundó.
“Ahora que Lula ve que Dilma y el PT tienen grandes problemas va a volver a hacer viajes, a dar conferencias y discursos para ‘salvar’ al partido y una posible candidatura propia en el 2018”, analizó Fleischer.
“No está ahí para salvar a Dilma”, opinó.