Caracas
El proyecto socialista fundado por Hugo Chávez sufrió el mayor revés electoral de su historia, pero analistas advierten que sigue siendo una corriente fuerte, aunque llamada a reinventarse para garantizar su vigencia.
Tras 16 años de hegemonía, el oficialismo sintió la fuerza de un voto castigo por la crisis económica que deterioró la calidad de vida de muchos venezolanos. Más de 80% opinaba antes de las parlamentarias del domingo que el país iba mal, según la firma Datanálisis.
El desplome de los precios del petróleo —del cual el país obtiene el 96% de sus divisas— y la forma negativa en que se percibe su manejo de la crisis pasaron factura al presidente Nicolás Maduro, que ahora tendrá que lidiar con una oposición legislativa facultada incluso para buscar poner fin a su mandato antes de 2019, con al menos tres quintos de los diputados.
Sin embargo, este fracaso "no implica el fin del chavismo, que sigue siendo un partido, una manera de ver la política con muchísima fuerza", dice Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello."Mas allá de la supermayoría calificada de la oposición, no se puede despreciar" la votación chavista en medio de una crisis tan severa, advierte por su parte el presidente de Datanálisis, Luis Vicente León.
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El gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) obtenía 5,6 millones de votos, frente a 7,7 millones de la coalición Mesa de la Unidad Democrática (MUD, centroderecha).
Pero aun con ese apoyo, el revés significaría "el fin de cómo el chavismo ha hecho las cosas hasta ahora. Por eso la única manera en que puede sobrevivir y recuperarse es adaptándose a unas reglas de juego democráticas y no a una hegemonía que ya no es posible. Ya no es una fuerza hegemómica", añade Alarcón, en referencia a que el PSUV controlaba prácticamente todos los poderes del Estado.
En ese sentido, el descalabro —que Maduro calificó de "bofetada"— indica que "la supervivencia del chavismo debería ser el norte" del PSUV, sostiene Elsa Cardozo, doctora en ciencias políticas de la Universidad Simón Bolívar.
Ese objetivo "depende de que propicie su transición a un régimen que no sea de partido único y a un sistema que contemple de manera cierta y segura la alternancia" en el poder, estima Cardozo.Pero según la analista, esos propósitos pueden estar reñidos "con la idea de mantener el poder a toda costa".
Maduro, elegido tras la muerte de Hugo Chávez en 2013, reiteró durante la campaña que jamás entregaría la revolución y que si era necesario la defendería en las calles, aunque tras el descalabro bajó el tono y anunció un proceso de autocrítica y rectificación, llamando a la unidad.
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Frente a ello no todos son optimistas, incluidos fieles a Chávez que se alejaron del oficialismo en rechazo a Maduro, como Nícmer Evans, quien cree que el presidente debería seguir el ejemplo de Chávez cuando admitió su fracaso, con un lacónico "por ahora", cuando intentó derrocar a Carlos Andrés Pérez en 1992.
"A diferencia de Chávez, que aceptó su derrota con el 'por ahora', el gobierno ha tratado de sustituirlo con un 'como sea'. Eso tergiversa los valores del proceso revolucionario, que no se ha permitido actualizarse, oxigenarse", dijo Evans, miembro de un movimiento político chavista al que no se le permitió participar en los comicios.
Más fracturas como esa son previsibles como consecuencia de la derrota, dice Alarcón, observando que en política, cuando se fracasa, "la gente está mucho más dispuesta a montar tienda aparte".
Mientras decanta los desafíos para su vigencia, el chavismo tiene cuestiones inmediatas que afrontar como la solución de la crisis económica, ante lo cual la oposición quiere tomar la delantera con su propia receta.De ello depende la manera en que se lo valorará en el futuro y la posibilidad de recuperarse en las elecciones regionales de 2016 y luego las presidenciales.
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"Si la huella que deja es esta de desgobierno, de colapso económico, de escasez y de inseguridad, eso no le da mucha perspectiva de recuperar espacio", afirmó Cardozo.