Beirut
Alepo, al norte de Siria, se ha convertido en el principal botín de guerra del país y por ello es una de las ciudades más azotadas por un conflicto que en cinco años ha causado más de 300.000 muertos.
Pocos días después del final de una tregua de una semana impulsada por Estados Unidos y Rusia, el Ejército sirio anunció el jueves una gran ofensiva para retomar los barrios rebeldes de Alepo, antigua capital económica de Siria, que podría dar paso a una operación terrestre.
Tras comenzar la revuelta contra el presidente Bashar al-Asad, en marzo del 2011, se produjeron en Alepo en abril y mayo de ese año manifestaciones de estudiantes rápidamente disueltas por las fuerzas de seguridad.
En julio del 2012, los rebeldes del Ejército Sirio Libre (ESL), integrado por civiles armados y desertores, penetraron en Alepo y se apoderan de casi la mitad de la ciudad. Al mes siguiente, el jército sirio lanzó una ofensiva terrestre y, por primera vez, aérea.
Alepo, segunda mayor ciudad de Siria, quedó entonces dividida entre sectores gubernamentales en el oeste, donde viven 1,2 millones de personas, y los barrios controlados por rebeldes, donde residen 250.000 habitantes.
Otra ciudad. De la floreciente ciudad y su antiguo centro, reputado en todo el mundo, apenas queda hoy un campo de ruinas y desolación.
Desde diciembre del 2013, el Ejército utiliza contra los barrios rebeldes "barriles de explosivos", lanzados desde helicópteros y aviones militares, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) y militantes. El recurso a este arma, que mata de forma indiscriminada, es denunciado por la ONU y por las ONG internacionales.
Por su lado, los rebeldes replican con mortíferos disparos de cohetes contra los barrios gubernamentales.
Las condiciones sanitarias en la parte rebelde de la ciudad son alarmantes, según los médicos que trabajan en ella, y los bombardeos afectan al propio personal médico.
El 17 de julio del 2016, las fuerzas del régimen cortaron la última vía de suministro de los rebeldes, la ruta del Castello. Asedian íntegramente sus barrios, donde los habitantes se enfrentan a grandes penurias y a una subida desorbitada de los precios.
El 31 de julio, el Ejército de la Conquista, una alianza de grupos rebeldes y de yihadistas, lanzó una importante ofensiva para tratar de romper este asedio.
El 6 de agosto anunció haber tomado el barrio gubernamental de Ramusa, en la periferia de Alepo, lo que le permitía abrir una vía de suministro para los barrios rebeldes asediados.
Pero el 8 de setiembre el Ejército sirio recuperó Ramusa, reforzando el asedio en torno a las zonas insurgentes.
Según el OSDH, al menos 130 civiles murieron entre el 31 de julio y el 8 de setiembre. Los enfrentamientos dejaron además más de 700 muertos entre los combatientes de ambos bandos.
En la batalla de Alepo los rebeldes están ayudados por el Frente Fateh al-Sham (antiguo Frente al-Nusra) y el régimen cuenta con el apoyo de combatientes iraníes, del Hezbolá libanés y de militares rusos.
Tras la tregua entre el 12 y el 19 de setiembre, los combates se han reanudado, con bombardeos aéreos contra los barrios rebeldes, que solamente este sábado han causado la muerte de al menos 25 civiles.
Alepo, una joya arquitectónica, es una de las ciudades más antiguas del mundo en haber sido habitada de forma constante, desde al menos 4.000 años antes de Cristo, gracias a su estratégica situación entre el Mediterráneo y en Mesopotamia.
Especializada en la industria manufacturera, esta metrópolis fue la segunda ciudad del Imperio otomano en el siglo XIX.
La ciudadela de Alepo, inscrita en el patrimonio de la Unesco en 1986, empezó a ser edificada en el siglo X. Su construcción duró tres siglos.