Arabia ejecutó al religioso Nimr Baqr al-Nimr, e Irán reaccionó: “La venganza divina se apoderará de los políticos saudíes”, escribió, en Twitter, el líder supremo iraní, Alí Jamenei.
Nimr Baqr al-Nimr fue condenado por “ofensas relacionadas con el terrorismo”, un delito no tan claro para organismos de derechos humanos.
La directora de la unidad de Oriente Medio de Human Rights Watch, Sarah Leah, dijo que el clérigo había sido condenado en un juicio injusto.
Claramente, Nimr al-Nimr era un opositor político, pero en las monarquías árabes esto es terrorismo, un concepto que, después del 11 de setiembre del 2001, cada Estado define de acuerdo con sus propios intereses, según explicó Antonio Barrios, especialista costarricense en conflictos internacionales.
Un por qué y varias respuestas. ¿Por qué Irán reaccionó tan fuertemente a esta ejecución y ambos países rompieron relaciones diplomáticas. ¿Cuál es la fuente de rivalidad entre estas dos naciones?
La cadena británica BBC y varios medios internacionales coinciden en esta explicación:
Luchan por lograr su hegemonía en la región.
Enemistad religiosa entre musulmanes: Irán lidera el chiismo, y Arabia, el sunismo, las dos grandes ramas del islam enemistadas desde el siglo VII.
Son los países con las fuerzas armadas más poderosas de la región y, por tanto, influyen en su entorno geopolítico.
Apoyan y financian a bandos opuestos en las guerras de la zona. Irán respalda al Gobierno sirio y a los rebeldes hutíes de Yemen, mientras Arabia acuerpa a los insurgentes sirios sunitas y al Gobierno de Yemen.
Arabia Saudí está gobernada por una monarquía que practica el islam conservador (wahabismo) mientras Irán practica una versión más “revolucionaria” del islam.
Siria: este país le da a Irán, y también a Rusia, acceso al Mediterráneo. Por ello, Teherán defiende la permanencia de Bashar al-Asad en el poder y Arabia Saudí financia grupos que intentan derrocarlo.
La salida de Al-Asad, aliado de Irán, le permitiría a los estados árabes del Golfo aislar a Teherán y frenar su peso en la región, explica Barrios.
En los 80, durante la guerra entre Irak e Irán (1980-1988), Arabia y los Estados del Golfo apoyaron al entonces líder iraquí, Sadam Husein porque se hallaban en conflicto directo con Irán desde que se instalaron los ayatolás en el poder, en febrero de 1979.
El líder de Revolución islámica, Ruholá Jomeini, le había declarado la guerra a las monarquías del Golfo por ser infieles, paganas y serviles a Occidente, de acuerdo con su visión. “Dentro de esa retórica, había una guerra declarada de Irán para derrocar y extender la influencia chiita en la región”, agregó Barrios.
¿Qué papel desempeñó Occidente? Calló ante la guerra, porque vio en ella la posibilidad de deshacerse del régimen de los ayatolás.
Por otra parte, a Arabia la enfurece el apoyo iraní a los rebeldes hutíes chiitas de Yemen, un país paupérrimo donde la pobreza es caldo de cultivo para cualquier insurrección. Y las monarquías del Golfo difícilmente aceptan hacer cambios en sus estructuras políticas.
“Necesitan mantener un statu quo en el cual el Estado dice que hace los cambios cuando quiera, no producto de una rebelión”, destacó el académico.
Según el experto, desde que se inició la administración de Barack Obama, en Estados Unidos, las relaciones con Riad se han ido debilitando. Sigue pesando sobre Arabia Saudí ser el país que financia, en forma encubierta, muchas acciones terroristas a escala mundial.
La alianza estratégica entre Estados Unidos y el reino tiene unos 75 años de existencia. A cambio de petróleo, Estados Unidos le empezó a vender seguridad. Actualmente, Washington le vende miles de millones de dólares en armas a Riad.
En noviembre del 2015, Washington aprobó el suministro de municiones aire-tierra a la Fuerza Aérea saudí por $1.300 millones justo cuando Riad se halla inmerso en el conflicto yemení al frente de una coalición árabe.
Ante el ligero resquebrajamiento de esa alianza, el reino ha firmado convenios de venta de petróleo con China, un trato que hubiese sido impensable hace unas décadas.
¿Por qué ahora? Claramente, entre Irán y Arabia hay rencores viejos, heridas abiertas que se han sumado ahora a nuevos recelos y temores.Barrios explica que la diplomacia occidental ha desoído el clamor de Arabia Saudí de no darle a Irán el protagonismo que no tuvo en muchas décadas.
Hoy, Teherán tiene un papel militar en Siria e Irak, país de mayoría chiita, y una marcada influencia en la política de Líbano por medio de su milicia aliada, el grupo Hezbolá.
Ese protagonismo lo logró con el acuerdo sobre su programa de energía nuclear que firmó con las potencias occidentales y que Arabia Saudí desconoce y adversa, al igual que Israel.
Estados Unidos cree que es mejor tener a Irán de aliado en Irak y Siria para lograr pacificar esos países y derrotar al grupo terrorista sunita Estado Islámico.
Otro elemento actual para esta disputa es la caída en los precios internacionales del petróleo y las divergencias en la forma de enfrentar el problema.
Arabia Saudí, el mayor productor y exportador mundial, se niega a reducir la producción mundial. Esto causaría un alza en el precio y favorecería a la economía iraní, que resiente las consecuencias de sanciones económicas por su política nuclear y de las cuales espera librarse tras la suscripción de aquel acuerdo con el G5+1 (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, China y Alemania) el 14 de julio del 2015.
Consecuencias. ¿Adónde irá a parar la escalada de tensiones entre Irán y Arabia Saudí? Es probable, según varios expertos internacionales, que se intensifique la brecha entre sunitas y chiitas, una división en el mundo musulmán que se remonta los tempranos años de esa fe.
También es probable que la región se divida aún más, y que se retrasen los esfuerzos para encontrar una solución política a la guerra civil en Siria.
Nicholas Burns, exfuncionario del Departamento de Estado de Estados Unidos, lo resumió así: más violencia, más muertos, más refugiados.
Barrios, por su parte, no cree que el problema desemboque en un enfrentamiento militar, por cuanto ambos países son suficientemente poderosos militarmente como para no meterse en las ruedas del otro.
Señala también que Occidente apoya hoy tanto a Irán como a Arabia Saudí. “Es paradójico; Occidente será la región más complicada”, pues ahora tendrá que asumir una actitud más neutral pese a ser Arabia su aliado.
El enfrentamiento árabe-iraní, considera el especialista, puede derivar en una escalada mayor de acciones en los conflictos armados que se desarrollan en Siria, Irak y Yemen.
Sin embargo, cree que hay todo un juego de poderes que impedirá un impasse en la negociación por encontrar una salida a la guerra en Siria.