Damasco
Los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) se apoderaron del norte de la ciudad antigua de Palmira el miércoles, una nueva etapa en su batalla contra el régimen sirio que aviva los temores sobre el destino de ese tesoro arqueológico.
En el vecino Irak, el ejército apoyado por las milicias chiitas se preparaban para lanzar una ofensiva y retomar Ramadi, capital de la provincia al-Anbar capturada por el EI, mientras Washington trataba de acelerar la formación militar de miembros de las tribus sunitas iraquíes para que colaboren con el poder.
Ante los avances del grupo ultrarradical sunita en Siria e Irak, el gobierno francés anunció una reunión internacional el 2 de junio en París para abordar "el conjunto de la situación" en ambos países, en presencia entre otros, del secretario de Estado estadounidense John Kerry.
Tras varias horas de intensos combates, "combatientes del Estado Islámico conquistaron la totalidad del norte de Palmira y los soldados del régimen huyeron de esta parte, que representa un tercio de la ciudad", indicó a la AFP el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Una fuente de seguridad siria aseguró que los yihadistas habían entrado en la parte norte, pero que los "combates en las calles" continuaban.
El avance del EI, que lanzó el 13 de mayo la ofensiva contra Palmira en el centro del país en guerra, se produjo tras la toma del edificio de los servicios de información general.
El sábado, el EI ya había logrado hacerse con buena parte del norte de la ciudad antes de ser expulsado por el ejército.
Criticado tras la caída de Ramadi el domingo, el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, resolvió apelar a estas Unidades de Movilización Popular, que desempeñaron un papel clave en el éxito de las operaciones contra el EI en diversas zonas al norte de Bagdad.
Sin embargo, esta coalición de milicias y voluntarios mayoritariamente chiitas había sido mantenida al margen en la provincia de Anbar, cuya capital es Ramadi, para evitar el rechazo de la población, en su mayoría sunita.
Estados Unidos, aliado de Bagdad, reconoció que la caída de Ramadi representaba un "revés" y que las milicias chiitas, algunas de las cuales tienen el apoyo de Irán, tendrán a partir de ahora "un papel" a condición que estén bajo el control del gobierno iraquí.