El Cairo. AFP y EFE. La violencia se reanudó ayer en Egipto con el incendio de un edificio y la muerte de nueve policías y militares, al día siguiente de enfrentamientos mortíferos que dejaron más de medio millar de víctimas fatales y que fueron condenados por la comunidad internacional.
Las autoridades anunciaron ayer que la policía está autorizada a partir de la fecha a disparar balas reales contra los manifestantes que ataquen bienes públicos o a las fuerzas del orden.
Lejos de calmar los ánimos, este anuncio hace temer nuevos actos de violencia al día siguiente de la jornada más mortífera de la historia reciente de Egipto, que dejó un saldo de 578 muertos, entre ellos más de 300 durante la arremetida de la policía y del ejército contra los partidarios del derrocado presidente islamista Mohamed Mursi.
Tras el operativo que provocó enfrentamientos en todo el país, el Gobierno egipcio celebró la “gran moderación” de la policía.
Pero después de un ataque ayer contra la sede gubernamental de la provincia de Giza, en las afueras de El Cairo, y la muerte de nueve policías y militares, cuya autoría fue atribuida a “islamistas”, el Ministerio del Interior anunció su decisión de permitir que sus hombres usen balas reales contra cualquier persona que ataque bienes públicos o a las fuerzas del orden.
Roce con EE. UU. Hablando por primera vez en términos tan firmes contra Egipto, el presidente estadounidense, Barack Obama, condenó “enérgicamente” la brutal represión contra manifestantes opositores y anunció la cancelación de ejercicios militares conjuntos entre su país y Egipto . Sin embargo, omitió referirse a la ayuda de 1.500 millones de dólares anuales que proporciona Estados Unidos a Egipto.
Las autoridades egipcias reaccionaron con enojo a esas declaraciones. “La presidencia teme que las declaraciones que no se basan en hechos puedan alentar a los grupos armados violentos”, dijeron las autoridades en un comunicado.
A pesar de la feroz arremetida contra las acampadas de los simpatizantes de Mursi, los Hermanos Musulmanes –movimiento del que procede Mursi– convocaron a manifestaciones.
Pero al llegar la hora del toque de queda instaurado la víspera durante un mes, desde las 7 p. m. locales, ninguna marcha tenía lugar en El Cairo. Algunos manifestantes salieron a las calles de Alejandría y en Beni Suecia, al sur de la capital.
Después de la mortífera dispersión de los manifestantes el miércoles, imágenes aéreas filmadas en la noche mostraban el campamento en llamas de los partidarios de Mursi en la plaza Rabaa al-Adawiya.
Una humareda se elevaba aún, un día después de los violentos enfrentamientos, del gran campamento reducido ahora a la nada.
Un centenar de cadáveres envueltos en sudarios blancos estaban alineados en el suelo, mientras los voluntarios intentaban establecer los nombres de las víctimas.
Decenas de personas, con el rostro cubierto para protegerse del olor, acudían para identificar a sus familiares.
Según el ministerio egipcio de Salud, 228 personas murieron en la plaza Rabaa al-Adawiya y otras 90 personas perdieron la vida en la evacuación de una segunda plaza en El Cairo. Los Hermanos Musulmanes hablan, por su parte, de 2.200 muertos y más de 10.000 heridos.
La prensa egipcia, ampliamente afín al ejército, saludaba ayer “el fin de la pesadilla de los Hermanos Musulmanes”, en expresión del pro gubernamental Al Ajbar.
La alta comisionada de la ONU encargada de Derechos Humanos, Navi Pillay, pidió ayer una investigación sobre la actuación de las fuerzas de seguridad en Egipto en los enfrentamientos del miércoles, que causaron más de 500 muertos.
Miedo entre cristianos. Después de dos días de ataques islamistas a iglesias y familias coptas, los cristianos de Egipto, que representan el 10% de la población, viven con temor a una “guerra de represalias”.
“La gente está aterrorizada, nadie se atreve a salir”, contó Marco, un ingeniero de 27 años que vive en Sohag. Según la ONG Iniciativa Egipcia por los Derechos de la Persona, desde el miércoles al menos 25 iglesias fueron incendiadas en 10 provincias.