Perseguidos, terroristas, olvidados y guerrilleros son algunos de los adjetivos más empleados, históricamente, para referirse a los kurdos. Sin embargo, desde la aparición del grupo extremista yihadista Estado Islámico (EI), los habitantes de la zona del Kurdistán se han ido ganando el calificativo de “héroes”.
La razón es simple. Las fuerzas armadas del pueblo más grande sin Estado del mundo (unos 40 millones de personas repartidas en Siria, Irak, Irán, Turquía y Armenia) son quienes se enfrentan, en el terreno, al avance del EI, especialmente en Irak, país donde los yihadistas controlarían al menos el 30% del territorio.
Los kurdos, pueblo que lleva unos 200 años luchando por su independencia, se vieron envueltos en el conflicto contra el EI por razones de supervivencia, según la historiadora especializada en temas de Oriente Medio, Yashmina Shawki.
Para Shawki, es claro que el avance yihadista amenaza a cualquier territorio que se encuentre a su paso y el Kurdistán no era la excepción. Además, otro elemento importante que impulsó la participación de los peshmergas (soldados kurdos) es que dentro de Irak, donde los kurdos gobiernan una región autónoma, el que reina es el “desorden”.
“Debido al paulatino desmantelamiento del estado iraquí tras la invasión del 2003, a la corrupción e ineficacia del Gobierno sectario del anterior presidente Nouri al-Maliki y a la huida masiva e inexplicable del ejército estatal de la provincia de Nainawa, solo el Gobierno regional del Kurdistán podía enfrentar a la amenaza del EI. Además, el ejército peshmerga era el único cuerpo capacitado para frenar el avance de los yihadistas”, manifestó Shawki.
El historiador especializado en el pueblo kurdo, Manuel Martorell, coincide con Shawki y agrega que hay que comprender que la amenaza del EI para los kurdos va más allá de una cuestión territorial, ya que los yihadistas buscan la homogenización cultural y religiosa de Oriente Medio, lo que significaría la desaparición de los kurdos.
Apoyo occidental. Con su decisión de enfrentarse a los yihadistas, los kurdos se convirtieron, automáticamente, en el mejor aliado para los países occidentales que, aunque preocupados por el avance del Estado Islámico, no quieren enviar tropas terrestres a la zona.
Los Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido ya están apoyando con ataques y armamento a los peshmergas.
Empero, el respaldo a los kurdos, por parte de Occidente, no ha sido una constante, según Shawki y Martorell.
Un ejemplo claro de esa situación fue la masacre vivida por el pueblo kurdo a manos del gobierno de Sadam Husein en Irak. Se estima que, entre 1983 y 1988, murieron unos 180.000 kurdos en los ataques ordenados (incluyendo uso de armas químicas) por el exdictador.
Sadam acusaba a los kurdos de ser aliados de Irán en el conflicto que enfrentó a ambos países de 1980 a 1988 y en el que Irak contó con el apoyo de los Estados Unidos, Francia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Por otro lado, las potencias coloniales se han negado históricamente al establecimiento de un Estado independiente en el Kurdistán.
Los problemas con Occidente empezaron a cambiar, según el director del Centro de Estudios de Medio Oriente y África del Norte de la Universidad Nacional, Sergio Moya, con el apoyo que le dieron los kurdos a Estados Unidos en la lucha que emprendió contra el mismo Sadam en el 2003, y la relación se fortalece ahora por cuanto la política kurda se identifica más con sus raíces tribales que con la religión, es decir, para un kurdo pesa más su identidad como pueblo que ser musulmán, judío o cristiano. Por ejemplo, el Gobierno del Kurdistán en Irak se define como laico y los partidos islamistas fracasaron en las últimas elecciones.
Independencia. Los especialistas consultados coinciden en que es muy complicado que los kurdos puedan detener por sí solos al EI, pero sí serían uno de los grupos que más se beneficiaría de la situación actual. Según Martorell, gracias a su organización, su nueva alianza con Occidente y su oposición al yihadismo, no sería descabellado pensar en un Kurdistán independiente, dentro del reacomodo que podría vivir Oriente Medio.