Washington. AFP. El presidente Barack Obama propone una coalición internacional para “destruir” al Estado Islámico (EI), pero sus posibles aliados, escarmentados por los fracasos de Estados Unidos en Irak y con sus propios conflictos regionales, podrían ser difíciles de convencer.
“Debemos asegurarnos de organizar al mundo árabe, a Oriente Medio, al mundo musulmán junto a la comunidad internacional para aislar este cáncer”, manifestó ayer en Estonia el mandatario estadounidense.
La expansión de la red terrorista EI en Siria e Irak alarma a la región y altera cálculos políticos.
Por lo pronto, Irán retiró en medio del caos poselectoral en Irak su apoyo al primer ministro Nuri al-Maliki, a cuyo sectarismo se atribuye el ascenso del EI.
En una inusual reunión celebrada en Yedá, Arabia Saudí, la semana pasada, convergieron dos altos diplomáticos saudíes e iraníes (enemigos declarados) en una súbita muestra de la gravedad de la crisis.
En la búsqueda de su propia estrategia, Washington no vacila en jugar con la ansiedad de las potencias regionales.
“Es muy claro que a los vecinos de Irak y Siria, incluidos los países sunitas, les interesa que no haya organizaciones extremistas violentas actuando en las cercanías”, dijo el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest.
Obama impulsa su coalición en la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Gales desde ayer y seguirá hoy.
Además, envió a Oriente Medio al secretario de Defensa, Chuck Hagel; al secretario de Estado, John Kerry, y a la cordinadora de contraterrorismo de la Casa Blanca, Lisa Mónaco.
“Será un desafío muy grande, teniendo en cuenta la complejidad de los intereses en la región”, advirtió Nora Bensahel, analista del Center for a New American Security.
Enfrentamiento. La palabra coalición está de moda, luego de que la ejecución de dos periodistas estadounidenses hizo tomar conciencia a Washington de que está en una guerra en Oriente Medio.
Sin embargo, las perspectivas de que Irán y Arabia Saudí –que apoyan a través de organizaciones afines una guerra entre el islam sunita y el chiita– al menos se pongan de acuerdo en no obstruir los esfuerzos del otro contra el EI, son por lo menos dudosas.
Otra de las paradojas la constituye el hecho de que Washington apoye a un gobierno dirigido por chiitas en Bagdad, que también es respaldado por Irán, contra los yihadistas sunitas del EI.
Ello, a pesar de que Washington está enfrentado al gobierno del líder sirio, Bashar al-Asad, que está respaldado por Irán y por Rusia, embarcado en una nueva guerra fría con Estados Unidos.
No obstante, al-Asad, considerado criminal de guerra por Washington, será beneficiado por el debilitamiento del EI en su país.
Estados Unidos ha atacado objetivos del EI en Irak en las últimas semanas, permitiendo el avance de fuerzas kurdas y gubernamentales, pero en Siria no tiene aliados que le posibiliten mantener posiciones tras los ataques, lo que aumenta las críticas a la incapacidad de Obama de armar a los rebeldes “moderados”.