Naciones Unidas y Washington
Un día después de haber lanzado un bombardeo masivo con misiles sobre una base aérea en Siria, desde donde habrían despegado los aviones que efectuaron un presunto ataque con armas químicas, Estados Unidos advirtió el viernes de que está listo para lanzar nuevos golpes contra el régimen de Damasco.
"Estados Unidos tomó una decisión muy mesurada la noche pasada" con el ataque a la base aérea siria, dijo la embajadora estadounidense en las Naciones Unidas, Nikki Haley, en el Consejo de Seguridad, que sesionó de emergencia tras el primer ataque de Washington contra las fuerzas sirias.
La diplomática enfatizó: "Estamos dispuestos a hacer más, pero esperamos que ello no sea necesario".
El ataque estadounidense fue una represalia tres días después de un aparente ataque con armas químicas contra la ciudad rebelde Jan Sheijun, que dejó más de 85 muertos y del que Occidente responsabiliza al régimen de Bashar al-Asad.
El Pentágono sospecha que Siria recibió ayuda para realizar el supuesto bombardeo químico, aunque funcionarios estadounidenses no se atrevieron a acusar a Rusia de complicidad.
El lanzamiento de 59 misiles de crucero Tomahawk contra la base aérea de al-Shayrat, cerca de la ciudad de Homs, causó la cólera de Rusia e Irán, aliados de Asad.
Debate en la ONU. "Estados Unidos atacó el territorio soberano de Siria. Calificamos ese ataque como una violación flagrante de la ley internacional y de un acto de agresión", expresó el embajador de Moscú en las Naciones Unidas.
La Presidencia siria calificó los bombardeos estadounidenses de acto "irresponsable" e "idiota".
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, Francia y Gran Bretaña instaron, por su lado, a buscar una solución "política" en Siria, sumergida en la guerra desde el 2011.
Antes de la reunión del Consejo, Guterres hizo un llamado a la "moderación" y subrayó que "no existe otra vía para poner fin al conflicto (sirio) que una solución política".
Los bombardeos con misiles fueron ordenados el jueves por la noche por el presidente estadounidense, Donald Trump.
Alrededor de las 3:40 a. m. del viernes en Siria (6:40 p. m. el jueves en Costa Rica), 59 misiles de crucero Tomahawk fueron disparados por dos navíos estadounidenses en el mar Mediterráneo hacia la base aérea siria de Al Shayrat (centro).
Horas después, el Ejército sirio daba cuenta de "seis muertos, heridos e importantes daños materiales". La agencia de prensa oficial Sana anunció la muerte de 9 civiles, incluyendo niños, en los pueblos de alrededor.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) indicó que siete soldados habían fallecido y que el aeropuerto militar "fue casi totalmente destruido: los aviones, la pista, el depósito de combustible y el edificio de la defensa aérea han sido pulverizados".
Viejos enemigos vuelven a chocar. El golpe armado que ordenó Trump, el primero desde que asumió la Casa Blanca en enero, puso nuevamente en rumbo de colisión a Estados Unidos y Rusia, y echó por tierra las expectaivas de un mejoramiento en las relaciones bilaterales tras el cambio de timonel en Washington.
Las naciones, antiguas adversarias de la Guerra Fría, han caído de nuevo en una espiral de confrontación.
Ya sin el optimismo de una "recomposición" de los vínculos, Estados Unidos y Rusia se dieron con todo el viernes e intercambiaron fuertes acusaciones sobre cuál país violaba el derecho internacional.
"Se acabó. La neblina restante de la elección se ha disipado", manifestó el viernes el primer ministro ruso, Dmitry Medvédev, en su página de Facebook. Las relaciones ruso-estadounidenses están "completamente arruinadas", aseveró.
Indicó que Estados Unidos se acercó peligrosamente a "un enfrentamiento militar" con Rusia tras el bombardeo a la base aérea de Al Shayrat.
La intervención militar de Trump, diseñada para castigar a Asad, fue la muestra más clara de la disposición del mandatario estadounidense para desafiar al presidente ruso, Vladimir Putin, y en una forma que no lo hacía un gobernante de Estados Unidos desde hace mucho tiempo.
Cuando elogiaba a Putin , emitía declaraciones cuestionables sobre las acciones militares de Rusia en Ucrania y Siria, e insistía en una nueva relación con Moscú, el multimillonario estadounidense había generado la percepción de que no quería enfadar a Putin, un exagente de la KGB.
Esa percepción ganaba fuerza con las investigaciones federales sobre una posible confabulación entre el equipo de la campaña presidencial de Trump y la inteligencia rusa para intervenir en el proceso electoral estadounidense.
Hoy la pregunta es si Putin se sentirá obligado a mostrar que no se le puede contrariar sin que se la paguen.
A tres meses de que comenzó la presidencia de Trump, casi se han evaporado las posibilidades de colaboración con Rusia en la lucha contra el grupo Estado Islámico, en reducción de arsenales y en la disminución de las tensiones en Europa Oriental.
Una prueba crucial en la que se verá si la relación puede ser salvada se dará cuando el secretario norteamericano de Estado, Rex Tillerson, se convierta en el primer integrante del gabinete de Trump en visitar Rusia la semana entrante. Es posible una reunión de Tillerson con Putin.
A pesar de la situación en Siria, funcionarios estadounidenses insistieron en que el viaje de Tillerson seguía en pie.