Cleveland, Estados Unidos
Un año después del restablecimiento de lazos diplomáticos, Estados Unidos y Cuba siguen atando cabos en su relación bilateral, un proceso complejo pero acelerado que, según los analistas, no tiene vuelta atrás sin importar quién llegue a la Casa Blanca tras las elecciones de noviembre.
El 20 de julio del 2015, las Secciones de Intereses de Cuba y Estados Unidos se convirtieron oficialmente en embajadas, lo cual impulsó una serie de avances, coronados con la histórica visita del presidente Barack Obama a La Habana en marzo, donde llamó a los cubanos a enterrar los últimos vestigios de la Guerra Fría.
"Un año después del restablecimiento de relaciones diplomáticas formales, las relaciones entre Washington y La Habana se han movido muy rápido, mucho más rápido del ritmo normal de cambio diplomático", manifestó William LeoGrande, especialista en América Latina de la American University, en Washington.
Los dos países restablecieron el correo postal directo, los cruceros estadounidenses volvieron a la isla después de medio siglo y desde setiembre de este año vuelos directos unirán un puñado de ciudades a ambos lados del estrecho de La Florida.
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Embargo. Aunque el embargo de Washington de 1962 aún prohíbe el turismo en Cuba, las visitas de estadounidenses se duplican, la cadena hotelera Starwood inauguró un hotel en La Habana y empresas como Netflix y Airbnb se hacen sentir en la isla.
Cuba espera "que quienquiera que sea el próximo presidente apoye el curso actual de la política hacia la isla", comentó este miércoles Josefina Vidal, responsable cubana del proceso de reconciliación con Estados Unidos, en una entevista con el diario Granma.
Vidal agregó que La Habana espera que Obama use al máximo sus facultades ejecutivas en lo que le resta del mandato para "hacer irreversible" el histórico acercamiento.
El sorpresivo acercamiento con Cuba fue otra jugada audaz de Obama, quien ocupa sus últimos meses en la presidencia, sin más elecciones que ganar y frustrado por las barricadas de sus opositores en el Congreso.
Cambio. Para el nuevo presidente, que tomará el control de la Casa Blanca el 20 de enero del 2017, el tema cubano puede ser un asunto más sensible, con una agenda legislativa propia y un capital político a gastar meticulosamente.
"El ritmo del cambio puede ralentizarse de algún modo, porque el nuevo presidente tendrá sus propias prioridades", afirmó LeoGrande, coautor de un libro sobre medio siglo de diplomacia encubierta entre Washington y La Habana.
El acercamiento con Cuba apenas ha resaltado en la virulenta campaña electoral a las presidenciales de noviembre, con los titulares centrados en las incendiarias declaraciones del candidato republicano Donald Trump y los escándalos de su rival demócrata Hillary Clinton.
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Wayne Smith, exjefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, se sorprende de que a diferencia de hace unos años, las autoridades cubanas ya no son "los sospechosos habituales" de los republicanos, quienes realizan su convención para coronar a Trump como su candidato esta semana en Cleveland, Ohio.
Todos los cambios introducidos fueron decididos sin ningún voto del Congreso estadounidense y podrían ser cancelados de un plumazo por el sucesor de Obama.
Gane quien gane en noviembre, nadie en Washington imagina que el nuevo ocupante de la Casa Blanca rompa nuevamente relaciones con La Habana y retraiga medio siglo de enemistad y desconfianza mutua.
Claramente, la principal razón es económica por el potencial del pequeño país, de 11 millones de habitantes y situado a menos de 200 kilómetros de Florida.
Clinton, exsecretaria de Estado y quien se asume como heredera de las políticas de Obama, aseguró que el embargo "debe terminar de una vez por todas", abogando por un enfoque a favor del sector privado "para fomentar el progreso y presionar al régimen".
Para Ted Piccone, analista del Instituto Brookings, "una presidencia de Clinton mantendría el rumbo trazado por Obama, pero quizás con un poco más de precaución".
Si se trata de Trump, el magnate inmobiliario ha enviado señales contradictorias: cree que "la apertura hacia Cuba está bien" aunque opinó que es posible obtener un "mejor acuerdo".
Trump intentaría "fijar mayores condiciones para el acercamiento", dijo Piccone.
Pero según Smith, el impredecible millonario, quien se burló del viaje de Obama a La Habana y prioriza la seguridad en su campaña, podría también intentar ridiculizar a los demócratas, acusándolos de tener una "política suave" hacia la isla.
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Ciertamente, los dos países todavía deben resolver varias controversias.
Además del fin del embargo, Cuba exige la devolución del territorio que ocupa la base naval estadounidense de Guantánamo desde 1903 y deben aclararse los millones de dólares en indemnizaciones por la nacionalización de empresas norteamericanas en el país comunista en 1960.
LeoGrande, mencionó que el embargo será el "mayor desafío" del próximo presidente en su política hacia Cuba., ya que necesitaría armar una "amplia coalición" de demócratas y republicanos pro negocios para finalmente revocarlo.
Algunas medidas de Obama han flexibilizado las regulaciones, pero según Piccone un levantamiento absoluto del embargo luce "improbable si no se producen más cambios en Cuba".