Washington
Washington recibirá a dos de los más altos funcionarios de China este miércoles para profundizar el diálogo entre ambas potencias mundiales y probar la voluntad de Pekín de presionar a su aliado norcoreano.
El presidente Donald Trump ha cosechado resultados ambiguos en sus esfuerzos por sacudir la política exterior norteamericana, pero su administración siente que ha hecho avances con China que podrían ser productivos.
En abril, Trump fue el anfitrión del presidente chino Xi Jinping en su resort de Mar a Lago, abandonando sus duras críticas a Pekín y manifestando su deseo de iniciar "una relación muy, muy grande" con el gigante asiático.
El mes pasado, Pekín y Washington firmaron un acuerdo limitado para abrir mutuamente sus mercados y un viejo amigo de los dirigentes chinos, el gobernador del estado de Iowa Terry Branstad, fue confirmado como embajador en China.
Pero las tensiones permanecen, sobre todo en lo relativo a las pretensiones chinas sobre las disputadas aguas del Mar de la China Meridional y la Casa Blanca pretende que Pekín consienta en frenar al aislado régimen norcoreano de Kim Jong-Un.
El miércoles, el secretario de Estado Rex Tillerson y el secretario de Defensa Jim Mattis darán la bienvenida a la consejera Yang Jiechi y al general Fang Fenghui, jefe del estado mayor del ejército chino.
Susan Thornton, secretaria de Estado adjunta para asuntos de Asia Oriental y el Pacífico, dijo que esta primera edición del nuevo "diálogo diplomático y de seguridad entre Estados Unidos y China" se centrará en Corea del Norte.
"Seguimos instando a China a que ejerza su influencia única como mayor socio comercial de Corea del Norte, incluyendo la plena aplicación de todas las sanciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas", señaló refiriéndose a los esfuerzos del organismo mundial para detener el programa nuclear de Pyongyang.
A pesar de la condena internacional y de las sanciones, Corea del Norte ha construido un pequeño arsenal nuclear y está desarrollando misiles balísticos que podrían amenazar los territorios de Japón, Corea del Sur y –algún día– incluso de Estados Unidos.
Washington mantiene unos 28.000 soldados desplegados en Corea del Sur y dispone de numerosos buques de guerra en la región pero tiene una limitada influencia diplomática y económica sobre Kim.
La semana pasada, lo que inicialmente parecía un gesto de buena voluntad de parte de Pyongyang -la liberación de un estadounidense detenido- se convirtió en tragedia, cuando se reveló que el joven estudiante de 22 años Otto Warmbier, liberado tras más de un año en la cárcel, padecía de severos daños cerebrales y estaba en coma.
Warmbier murió el lunes después de regresar a su ciudad natal en el estado de Ohio, y su fallecimiento llevó a Trump a calificar al gobierno norcoreano de "régimen brutal".
Trump ha hecho del freno a la amenaza nuclear que representa Pyongyang su principal prioridad de política exterior, y busca para ello el apoyo de Pekín, dejando de lado preocupaciones sobre el déficit de la balanza comercial con China.
Pero a pesar de que China ha endurecido los controles sobre el comercio de carbón de Corea del Norte, numerosos expertos dicen que Pekín no está preparado para realmente hacer cumplir las sanciones internacionales, que pueden poner en peligro la estabilidad de su impredecible vecino.
Thorton dijo que las conversaciones se van a centrar "en la urgente amenaza que plantea Corea del Norte" pero "no esperamos resolver el problema el miércoles" aunque sí avanzar en temas como "el fomento de la confianza de ejército a ejército".
El jefe del Estado Mayor Conjunto, Joseph Dunford, estimó que el poco tiempo pasado desde la cumbre de Mar-a-Lago no es suficiente para saber si China está dispuesta a aislar a Kim.