Nueva York EFE En el primer gran discurso de su campaña hacia la Casa Blanca, Hillary Clinton se presentó el sábado como una defensora de la clase media y prometió terminar con las ventajas para los más ricos que han disparado las desigualdades en Estados Unidos.
“No me presento para algunos estadounidenses, sino para todos los estadounidenses”, dijo ante miles de simpatizantes que se dieron cita en un parque de la isla de Roosevelt, en el East River de Nueva York.
El lugar elegido, que recuerda al presidente del “New Deal” con el que EE. UU. respondió a la Gran Depresión, tiene mucho de simbólico para Clinton, que dijo inspirarse en las políticas en favor del estadounidense medio que impulsó Franklin Delano Roosevelt.
“Igualdad de oportunidades. Trabajo para el que pueda trabajar. Seguridad para los que la necesitan. El fin de los privilegios especiales para unos pocos. La defensa de las libertades civiles para todos. Un amplio y constante crecimiento de los estándares de vida”, enumeró Clinton citando a Roosevelt.
Pero el simbolismo del lugar no se quedó ahí, pues Nueva York es el estado que eligió a Clinton senadora, donde reside y una de las mejores muestras de las desigualdades que afectan a Estados Unidos, con Wall Street y grandes fortunas compartiendo espacio con los más desfavorecidos.
Igualdad. En ese problema se centró buena parte del discurso de Clinton, que dijo presentarse para garantizar que la economía funcione para todos y no solo para los ricos.
“La prosperidad no puede ser solo para los consejeros delegados y los gestores de fondos de inversión. La democracia no puede ser solo para los multimillonarios y las grandes empresas”, sostuvo la aspirante.
Para ilustrar el problema, puso sobre la mesa un dato: los 25 mayores gestores de fondos de alto riesgo de EE.UU. ganan más que todos los maestros de preescolar del país juntos.
Clinton arremetió contra los republicanos por favorecer a los poderosos con recortes de impuestos y aseguró que, pese a que el partido cuenta con nuevas voces, “todos siguen cantando la misma canción”.
“No podemos lograr el cambio y solucionar problemas si volvemos a las políticas económicas de arriba para abajo que nos fallaron antes”, dijo, recordando que el país está aún recuperándose de una crisis causada precisamente por esas ideas.
“El éxito no se mide por cuánto ganan los estadounidenses más ricos, sino por cuántos niños salen de la pobreza, cuántos pequeños negocios abren y triunfan, cuántos jóvenes van a la universidad sin hundirse en deudas, cuánta gente puede encontrar un buen trabajo”, enumeró.
Para combatir las dudas de muchos electores, que la ven como alguien que lleva décadas en los círculos de poder y alejada del ciudadano de a pie, Clinton recuperó la figura de su madre, que creció sin padres durante la Depresión y que, dijo, le inculcó la importancia de que todo el mundo tenga una oportunidad.
Además de mostrar su lado más humano, Clinton utilizó el humor para responder a algunas de las críticas vertidas por parte de republicanos, entre otros, a aquellos que la consideran demasiado mayor para dirigir el país.
“Todos nuestros presidentes llegan al cargo mostrándose muy vigorosos y luego vemos su pelo volverse gris y más gris. Yo tengo una ventaja adicional: no verán mi pelo ponerse gris en la Casa Blanca, ¡llevo años con tinte!”, ironizó la aspirante demócrata, que de ganar las elecciones del próximo año será, con 69 años, la segunda persona de más edad en acceder a la Casa Blanca.
Fuera de la economía, Clinton se presentó ante el electorado como una gran defensora de la mujer, de los homosexuales y de los inmigrantes indocumentados, para quienes pidió una camino hacia la ciudadanía y no un “estatus de segunda clase”.
En un discurso de marcado carácter interno, Clinton pasó casi de puntillas sobre la agenda internacional, pero quiso destacar su capacidad como una líder fuerte capaz de enfrentarse a dirigentes extranjeros, aunque prefiera la cooperación.
“ Tenemos que ser inteligentes además de fuertes”, dijo, apostando por la diplomacia y la cooperación con pueblos alrededor del mundo, no solo con Gobiernos.
La política demócrata, que se dio todo un baño de masas en Nueva York, estuvo arropada en el acto por su marido, el expresidente Bill Clinton, y su hija, Chelsea, que subieron al escenario para abrazar a la candidata al término de su intervención.