Naples, EE. UU.
Trozos de aluminio torcido yacen en el jardín de Donald Larcom. Pero este jubilado no sabe a cuál de los techos de sus vecinos pertenecían porque el barrio de casas prefabricadas donde vive en Florida quedó devastado por el huracán Irma.
Los vientos de más de 200 km/h de Irma arrancaron por completo los paneles de algunas de estas viviendas baratas, construidas sin cimientos y alineadas sobre el césped; mientras el agua inundó las calles, donde ahora flotan materiales ligeros como madera aglomerada o poliestireno, y pocos árboles siguen en pie.
Las casas "viejas" no resistieron porque fueron ensambladas antes de que se tomara en cuenta el riesgo de huracanes, explica Larcom, quien lloró de alegría cuando supo que su casa había sobrevivido a los embates de Irma.
"A partir de los años 1990, en la época que pasó el huracán Andrew, todas (las casas) duplicaron" su solidez, por ejemplo, al aumentar el grosor de las barras de madera de la estructura, dice el hombre, quien trabajó 32 años en la fabricante de autos General Motors.
"Aquellas están diseñadas para resistir vientos de 175 km/h", agrega, mientras señala un grupo de casas construidas hace unos 20 años.
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Con el paso de Irma a la vista, los Larcom tomaron sus objetos de valor y se fueron a una zona de seguridad. "Estaba enfermo. Me dije que iba a volver a casa y que mi casa no iba a estar más ahí", manifiesta el hombre.
Fáciles y sencillas. Simplemente colocadas sobre ladrillos o bloques, las casas prefabricadas están listas para ser desmontadas en poco tiempo o mudadas sobre la base de un camión.
Son parte del imaginario típico de la vida estadounidense y, junto a las casas móviles, evocan la idea de una comodidad accesible para las clases populares o lugares donde viven jubilados durante el verano.
En el barrio Enchanted Shores donde viven Donald y su esposa, Marie, solo se ven personas mayores de 50 años. Está ubicado en la ciudad costera de Naples, lejos del centro histórico donde están las residencias lujosas.
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Dos tercios de las casas son ocupadas a partir de noviembre, cuando los jubilados estadounidenses llegan para huir del invierno en los estados del norte del país. Pero algunos tendrán que renunciar a esta trashumancia porque sus viviendas fueron derribadas por Irma.
En esta zona, una casa prefabricada nueva cuesta entre $110.000 y $225.000 dólares porque los terrenos son caros en el suroeste de Florida, y una vivienda de ocasión puede conseguirse entre $60.000 y $100.000.
Stasia Walsh se quedó sin lugar en un refugio y para recibir el apocalipsis que se preveía con Irma tuvo que encerrarse con su esposo en uno de los armarios que quedaba en la parte más céntrica de su casa prefabricada.
Este matrimonio protegió las ventanas de su hogar con protectores metálicos antihuracanes y prácticamente en la oscuridad escucharon los poderosos vientos de Irma, que literalmente rasgaron el toldo de su estacionamiento y causaba caos a su alrededor.
"Tuvimos un excelente amarre, doble amarre: una vez cuando compramos la casa (en 1997) y unos años después el estado de Florida ofreció un programa para las casas construidas, creo que después de de 1994, con el que permitió -después de presentar un informe y ser entrevistado- beneficios para (recibir) un amarre suplementario", cuenta Walsh.
En gran parte, es gracias a ello su vivienda, como la de los Larcom, resistió el paso de Irma.
"Le doy gracias a Dios esta prueba y por habernos permitido sobrevivir", dice la mujer.