Nueva York
¿Subir a un avión? Los militares pasan primero. ¿En un partido? Saludo obligado a los espectadores en uniforme. Estados Unidos pone sobre un pedestal a sus soldados, venerados aunque a menudo también incomprendidos.
Al denostar públicamente a los padres de un capitán musulmán caído en combate en Irak en 2004, el candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, rompió un tabú absoluto en el país: los soldados, excombatientes y más aún sus familias en duelo, están por encima de todo reproche.
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Se puede estar en desacuerdo con sus ideas, pero se honran sus sacrificios.
Alexander McCoy, un exsargento de los Marines de 28 años, que estudia ciencias políticas en la universidad de Columbia, Nueva York, agradece el respeto que recibe como exmilitar, con desconocidos que ofrecen una cerveza o incluso pagarle el almuerzo.
También recibe descuentos en los cines y parques de atracciones, unicamente porque es un excombatiente.
"Pienso que está en la cultura de Estados Unidos rendir homenaje a los militares", dice McCoy. "Los estadounidenses crean un mito alrededor de la guerra porque ellos lo han vivido muy poco aquí, en territorio estadounidense", comenta.
Estados Unidos, contrariamente a muchos otros países, no ha padecido un conflicto en su territorio desde la Guerra de Secesión entre 1861 y 1865. El ataque japonés contra Pearl Harbor en 1941 ocurrió a miles de kilómetros del continente y los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron la mayor alerta que experimentaron desde entonces.
Esos atentados, que dejaron cerca de 3.000 muertos, reforzaron aún más el apoyo a los militares, vistos como defensores del país.
El presidente George W. Bush envió tropas a Afganistán, a invadir Irak... Los estadounidenses colgaron cintas amarillas en sus casas y sus autos, agitaron sus banderas y estuvieron detrás de los militares arropándolos.
"La administración Bush y el gobierno federal en general cultivaron una suerte de nacionalismo popular desde el 11 de setiembre por una cantidad de razones", explica Michael Allen, profesor de historia en la universidad de Northwestern.
Reivindicados. Sin embargo, los militares no siempre fueron así venerados: el rechazo a la guerra de Vietnam fue tan fuerte que los veteranos fueron tratados de forma abominable, aún cuando el 25% de las tropas fueron enviadas como parte del servicio militar.
Más de 58.200 soldados estadounidenses murieron durante esa guerra, que inició a mediados de los años '50 y culminó en 1975.
Y si bien el respeto hacia los militares ha aumentado -hoy el servicio es voluntario- hay una cierta desconexión con el mundo civil.
"La gente respeta a los excombatientes", subraya Deborah Gahm, cuyo esposo sirvió 20 años en el ejército, principalmente en Somalia, Irak y Afganistán. "Pero no pienso que eso sea un respeto profundo, es algo más superficial. Es sobre todo una apariencia".
Como prueba, los programas de reinserción en la vida civil para exmilitares fueron abandonados y el Congreso prevé reducir los gastos para educación y vivienda de las familias de excombatientes.
"Cuando hacemos promesas a personas que firmaron un contrato en el marco del cual pueden resultar muertos, debemos mantener esas promesas. Hay gente que afirma apoyar a nuestras tropas, pero en los hechos no hacen nada", afirma Gahm.
Después de haber visto la falta de consideración hacia los veteranos de Vietnam, los demócratas cambiaron su postura y se sumaron a los republicanos en dar un apoyo incondicional a los militares.
"La lección aprendida por los políticos de izquierda fue que no deben criticar jamás a los soldados y excombatientes, está absolutamente prohibido", subraya Michael Allen.
"No puedes criticar a la familia de un soldado caído en combate, es un tabú total", agrega.