La principal tarea que espera al candidato presidencial republicano, Donald Trump, es evidente e indiscutible: unificar a un partido que él mismo contribuyó a dividir.
Solo un punto lo une por ahora con sus correligionarios: la “deshonesta” Hillary Clinton, candidata demócrata.
Trump no fue el primero ni el único golpe que recibió la formación que, para las elecciones del 2012, vio surgir de sus entrañas el Tea Party, un grupo opuesto al “stablishment” de la agrupación.
El Partido Republicano vive una “crisis existencial”, no solo por el apoyo a Trump, sino también por el respaldo a Ted Cruz, que dejó la contienda de primarias, pero evidenció la vigencia de las ideas del Tea Party, una fuerza crítica con la vieja guardia republicana, según dijo a la agencia AFP, Michael Cornfield, profesor de Política de la Universidad George Washington.
Pese a su crisis, Trump requiere de la estructura para ascender al poder; por ello, ha empezado a tender puentes.
“Juntos hemos logrado resultados históricos con la mayor votación en la historia del Partido Republicano”, dijo Trump, en un video, a los delegados en la convención republicana en Cleveland, este martes.
El primer paso fue elegir a Mike Pence, considerado un conciliador, como su compañero de fórmula.
“Mike Pence procede del corazón del movimiento conservador y del corazón de Estados Unidos (Indiana). No puedo imaginar una elección mejor para nuestro candidato a la vicepresidencia”, afirmó el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan.
“Trump tiene el reto de unir el Partido para que los comités lleven a la gente a votar y no ser derrotado por el abstencionismo”, opina el analista costarricense Carlos Murillo.
Murillo recordó que este es un peligro real ante el hecho de que ni Trump ni Clinton convencen a un sector importante del electorado que quizá no quiera votar.
Moderación. El otro gran reto, opina Murillo, será moderar el impulso que toma para decir cosas que, aunque las crea, no debería manifestarlas. “Entrar en el juego de la política” podría llamarse a esto, algo en lo que Trump es un aprendiz.
El magnate lanzó su candidatura en junio del 2015 con una declaración explosiva: que los inmigrantes mexicanos indocumentados eran violadores y narcotraficantes. Y dijo de sí mismo: “Yo no soy un político. Los políticos hablan y no actúan. Yo soy lo contrario”.
Luego se lanzó contra los musulmanes, a favor de un muro con México, y contra el tratado de libre comercio con México y Canadá, entre otros de sus temas.
Su retórica ha hecho que los votantes latinos lo describan como “racista, tonto, inestable y peligroso”, según un sondeo realizado esta semana y divulgado por Latino Victory Project, Fusion y Latino Decisions.
De acuerdo con esta encuesta, entre 79% y 83% de los entrevistados lo califican de esa forma. Solo entre el 24% y 27% lo consideran un hombre honesto e inteligente.
No obstante, el candidato ha sabido aprovechar la crisis existencial republicana para incorporar sus ideas. Por ejemplo, la convención adoptó un programa del siglo pasado: contrario al matrimonio gay y el aborto, proteccionista, a favor del carbón, antiinmigrante. ¿Cómo llega a la cima un hombre con tales ideas?
“Estamos viendo que el electorado, en cualquier parte del mundo, no quiere más al político tradicional, y cualquiera que se exprese diferente es opción”, señaló Murillo.
“Hay un descontento con la clase gobernante en el mundo y es claro que se está produciendo un crecimiento del populismo y del aislacionismo, y Trump los representa”.
Aunque el discurso de Trump pueda resultar desagradable a muchos, el no pertenece a la clase política como Clinton. “Le dice a la gente lo que quiere escuchar. Y esto se ha generalizado. Lo vivimos en Costa Rica en las elecciones pasadas y lo vive Europa”, señaló Murillo.