Para arreglar los daños que la inundación provocó en la carretera de 32 kilómetros que une Bribri con Sixaola, en Talamanca de Limón, se necesitarán entre $2 millones y $2,5 millones.
De tener esos fondos en este momento, se requerirán unos seis meses para repararla completamente, informó Jorge Arturo Castro, gerente de Getinsa, empresa inspectora de la vía, que costó ¢5.700 millones.
Los destrozos por la emergencia parecieran ser otro capítulo de la dramática historia de esta carretera.
La vía fue entregada al Gobierno por la constructora Meco, el 15 de diciembre, luego de que se triplicó su plazo de construcción por diversos factores.
Sin embargo, solo duró en perfecto estado menos de un mes.
Castro confirmó ayer el rompimiento de la vía en cinco puntos específicos, así como la socavación del lado izquierdo desde el kilómetro 19 hasta el 32.
A pesar de los daños, el ingeniero considera que un 80% de la carretera quedó en buenas condiciones.
Los resultados de la revisión fueron positivamente diferentes al informe que dio el martes el Ministerio de Obras Públicas y Transportes, según el cual se habían destruido 28 kilómetros.
Además, según Castro, solo fallaron 2 de las 110 alcantarillas que tiene la vía.
De hecho, ayer por la tarde, según Castro, la ruta quedó transitable para todo tipo de vehículo hasta el kilómetro 30, aunque por supuesto ya no la verán como hace una semana cuando estaba perfectamente demarcada.
Impredecible
"La carretera está en un valle de inundación, pero lo que ocurrió se salió de todos los parámetros pues casi en un 70% el agua la cubrió", dijo Castro.
Supuestamente, a lo largo de su construcción se hicieron cambios en el diseño para adaptarla al terreno, pero sin que pudiera preverse un fenómeno como el ocurrido durante el fin de semana pasado en Limón y parte de la zona norte.
Según Castro, esos eventos ocurren cada 50 años.
A pesar de los cuestionamientos que puedan surgir ahora dadas las múltiples complicaciones que hubo durante la construcción, los expertos aseguran que la situación era impredecible.
José Alfredo Sánchez, gerente de la constructora Meco, aseguró que están "con la conciencia tranquila por la forma en cómo se concluyó el proyecto".
Él coincidió con Castro en que difícilmente una vía soportará tener tres metros de agua encima y en algunos puntos con fuertes corrientes.
De poco sirvieron las modificaciones que se le hicieron para subir su nivel hasta en dos metros en algunos sectores.
"La pregunta que hay que hacerse es si la carretera debió hacerse en forma radicalmente diferente", manifestó.
La vía comenzó a construirse en setiembre de 2001, cuando estaba presupuestada en ¢3.965 millones.
Poco después, en junio de 2002, sobrevino el primer tropiezo cuando los encargados del proyecto revelaron que los planos eran deficientes y requerían de nuevos diseños.
Esa adecuación elevó el costo en unos ¢1.600 millones.
Pero eso no fue todo, pues en junio se cuestionó la calidad del asfalto empleado porque tenía exceso de ceras que impedían su compactación y se compró un nuevo material.
Colaboraron los periodistas Vanessa Loaiza y Esteban Oviedo