Paso Canoas, zona sur. Dinorah Martínez Martínez fungía como oficial especializada en violencia doméstica en Paso Canoas.
Esta mujer, de 34 años y madre de tres hijos, guarda en su memoria un drama, que pese a la capacitación que recibió, nunca esperó presenciar.
"En mis cuatro años de agente contra la violencia intrafamiliar en Golfito y Paso Canoas nunca había vivido tan de cerca la muerte como esa noche.
"Recuerdo que esa noche se recibió una llamada en el puesto de Paso Canoas. Indicaba que en una casa había un problema de violencia doméstica. Mi compañero Juan Cruz y yo nos dirigimos al lugar.
"Al llegar observé a una mujer en el suelo, ensangrentada, y el agresor con un cuchillo en la mano derecha. Él nos dijo que la mujer estaba sin vida pero no creímos".
"Luego noté que de su estómago salía algo: eran sus vísceras.
"Él nos decía que lo matáramos y aunque dialogamos insistía en que si no lo matábamos nos mataría a nosotros. Optamos por salir de la vivienda.
"El agresor amenazaba con incendiar la casa y entonces la Fuerza Pública solicitó ayuda al OIJ, Bomberos y Cruz Roja. El asunto en vez de mejorar, empeoraba. "Aráuz (el agresor) se encerró en un cuarto y nosotros aprovechamos para entrar de nuevo y conocer el estado de salud de Lynsae Pérez (la víctima), pero no había nada qué hacer. Fue espantoso,
"El Ministerio de Seguridad Pública nos da capacitación, pero no contamos con las herramientas para trabajar.
"Estos problemas son un circulo vicioso. De la violencia vienes las agresiones, el perdón y por último la reconciliación. Ahí es donde la mujer se confía y el agresor aprovecha la oportunidad para cometer un homicidio".