Hubo un momento en que los cruzrojistas atendían a dos “batman”. Uno estaba vestido de superhéroe y es empleado del espectáculo de los toros de Zapote y el otro era un cualquiera con la cara ensangrentada. Era un torero improvisado de esos que no ganan nada y arriesgan todo.
Eran las 4:30 de la tarde en el último día de las corridas en los festejos de Zapote. El graderío estaba lleno, el concesionario satisfecho por el espectáculo en que invirtió ¢520 millones, los “batman” heridos y el animador haciendo lo suyo.
“Atrévanse muchachos. Acérquense al toro. Sin miedo, que aquí estoy yo”, decía a los improvisados desde una tarima a cinco metros del suelo, lejísimos de cualquier peligro.
Les ofrecía plata. ¢20.000 para el que se arrodillara frente a un toro de media tonelada. Sonaba tentador para muchos improvisados que no tienen empleo y agradecen el aplauso a su valentía o a su temeridad, según quien lo defina.
En una de esas se metió Batman, conocido así en su barrio en Las Vegas de Concepción de Alajuelita, dedicado a los trabajos ocasionales. Se llama Jorge Luis Jiménez y dice que es “trabajador comunal”, aunque bien se le puede llamar “trabajador improvisado” o desempleado.
Se animó a hincarse frente a una bestia pensando en los “veinte rojitos”. Lo veían más de 2.500 asistentes y muchos miles por televisión, donde no se oyen los desafíos que el animador del redondel lanza a los que hacen que estas “corridas a la tica” sean espectáculos emocionantes o escalofriantes.
De esa salió bien. Vio venir el toro a tres metros de él y se lanzó al suelo. Bien jugado, pero después fue a reclamar el dinero y le dijeron que no, que no se acercó lo suficiente.
Él se enfadó y reclamó entre sus compañeros. “Esto es un paquete (fiasco)”, dijo cerca de la barrera. Contó que no tiene hijos, pero sí hermanos y una mamá nerviosa a quien se le va el aliento de solo imaginar que lo agarre la bestia.
Eso fue lo que pasó 10 minutos después. Un toro famoso, hermoso, bravo y veloz llamado El Malacahuite, orgullo de algún finquero, lo arrolló y todos pudimos verlo levantarse como perdido con la cara sangrante.
La gente en la gradería aplaudía y gritaba y quizás en la televisión contaban chistes.
“El que se mete ahí sabe a lo que viene”, decía desde el palco Claudio Poma, el empresario inmobiliario que pujó para ser el organizador de las corridas de toros en los Festejos Populares de San José en esta ocasión.
No quiso hablar de rentabilidad de momento, pero algo se puede intuir al ver el redondel repleto de publicidad del Banco Popular, de guaro, de dos diarios populares, de una cadena de tiendas de electrodomésticos, de una cerveza y de un cirujano plástico. No es chiste: hay publicidad de cirujano plástico en un redondel lleno de gente que se rompe la cara.
Tradición ‘a dos puyas’. Poma estaba contento, a pesar de la competencia, pues también había corridas de toros en el campo ferial Pedregal, en Belén, televisadas por canal 9. Allá también hubo improvisados, obvio.
“Hay mercado para dos corridas a la vez en esta época”, concluyó ayer este economista creyente en la competitividad, en la jornada 11 de toros de Zapote, aunque subrayó que “Zapote es Zapote”. La tradición siempre juega a favor, dijo.
La gradería estaba llena. Miles vieron a Jiménez con la cara ensangrentada y cinco minutos después un accidente de uno de los “profesionales”, el Batman vestido para la ocasión, como parte de los “Superamigos” contratados por la producción.
Son más ágiles y experimentados que el resto. Son parte del show y deben responder como tales. Por eso Batman (Tupac Ruiz Vargas) pidió la garrocha para saltar sobre El Malacahuite.
Corrió de frente y, al saltarlo, el animal levantó la cabeza y lo alzó. Él cayó con el cuello doblado y de nuevo la gente aplaudía y gritaba de la emoción. En la televisión, quizás chistes.
Todos corrieron preocupados. El animador anunció que Batman estaba bien, pero los cruzrojistas tomaban precauciones junto al otro Batman, el de Alajuelita. Sus superamigos fueron a verlo. Lo querían sacar del área médica, pero “con él hasta la muerte” decía Robin, acompañado de Linterna Verde.
La Cruz Roja estaba convertida en el “salón de la justicia” (o la venganza), decía uno de los activistas contra el maltrato animal que este año volvieron a hacer campaña in situ.
Afuera, el espectáculo seguía. La gente gozaba genuinamente. Parecía disfrutar de la entrada de ¢13.000 o hasta ¢35.000 en palco. Muchos iban disfrazados de vaqueros y respondían contentos cuando les pedían competir entre sectores de la gradería. Un muchacho con discapacidad mental bailaba feliz con su familia y decenas le hacían rueda. Era la última corrida vespertina de Zapote. Era el fin de las fiestas-vacaciones de muchos.
En la Cuz Roja, los dos “batman” adoloridos. Otro improvisado fue llevado con las costillas quebradas al Calderón Guardia. Se contaban 51 hospitalizados procedentes del redondel ayer en la tarde. Y faltaba la noche.