A pocos metros del "paraíso gastronómico" que para los zopilotes e insectos significan los vertederos, convive un gran número de personas quienes, al igual que ellos, subsisten de los desperdicios.
Viviendas en ruinas y centros de acopio que se identifican con letreros ilegibles conforman el paisaje de una fotografía muy cruda.
Diariamente, grupos de personas se adentran en los desperdicios para extraer plásticos, chatarras y cartones que después puedan revender como material de reciclaje.
"Esta práctica es completamente informal y no existen datos sobre la cantidad de basura reciclada de esa forma", expresó Sergio González, director de la Red de Reciclaje de Costa Rica.
Buzos. María Salas tiene 66 años y ya respira con dificultades por trabajar extrayendo todo tipo de objetos entre la basura.
Esta mujer, de rostro áspero por la dureza del contacto diario con el sol, comenzó a sus 15 años a trabajar entre los desperdicios. Ella es una de los denominados "buzos".
"Cuando empecé éramos muy poquitos; ahora somos más", comentó Salas.
Junto a ella, en el pequeño montón de basura que todavía es visible en el relleno de Río Azul encontramos a José Walter Zamora, más conocido como El Galleta , personaje cuya historia entre la putrefacción le dio rostro al libro Única mirando al mar, de Fernando Contreras..
El Galleta comparte lugar en el relleno con Víctor Emilio Marín, un hombre de 41 años quien se dedica a extraer la chatarra de entre los desechos.
"Tardo unas dos horas en llegar diariamente y me saco unos 8 rojillos (¢8.000)", relató Marín.
Al otro lado de los que viven de la basura están los costarricenses que no quieren ni tenerla cerca.
"No queremos ese basurero aquí, a veces no podemos ni comer por las moscas, porque ellos fumigan en el vertedero pero los insectos se vienen para acá y los zopilotes parecen mis mascotas", comentó Viviana Sánchez Roja, vecina del vertedero de Limón.