La máquina que imprime las Tomografías Axiales Computarizadas (TAC) en el hospital San Juan de Dios se descompuso desde el 7 de agosto y ya no tiene arreglo.
Comprar otra impresora cuesta $60.000 (¢31,2 millones), pero el centro médico reconoció que no tiene dinero.
Sin impresora, los médicos especialistas deben realizar sus diagnósticos mientras el paciente está “metido” dentro de la máquina de TAC.
En esas condiciones, los doctores no tienen una segunda oportunidad para analizar el caso o pedirle criterio a un colega, porque no queda una imagen grabada de la prueba.
Wagner Ramírez, director de Cirugía del centro médico, manifestó su inquietud por el riesgo de que en los próximos meses deje de funcionar el TAC (con más de 15 años de uso), el mamógrafo y algunos equipos de rayos X ya caducos, porque no hay presupuesto para reponerlos.
Como anécdota, recordó la situación que vivieron en mayo del 2005, cuando se dañó una pieza del TAC. El aparato es tan viejo que ya no había repuestos en la fábrica, así que consiguieron una pieza de segunda mano de un TAC desechado por un hospital de Sudáfrica, al otro lado del planeta.
La inventiva también juega en la lucha por mantener los equipos funcionando. Hace unas semanas se descompuso el freno que mantiene la cámara de rayos X fija sobre una parte del cuerpo del paciente.
A falta de dinero, durante varios días los radiólogos fijaban la cámara con un pie para sueros y un bulto bien pesado de ropa que sirviera como freno.
Arreglado pero sin pagar. En otros casos, los instrumentos están reparados, pero no hay dinero para cancelar los trabajos. Ese es el caso de un equipo indispensable para cirugías oftalmológicas.
Se trata de un aparato de facoemulsificación y vitrectomía anterior que sirve para pacientes que sufren de cataratas o desprendimiento de retina.
El médico a cargo del servicio, Bernardo Rubinstein, reconoció que el aparato lleva dos meses sin uso porque no han podido pagar el arreglo.
“Tengo 13 años pidiendo equipos”, se quejó el especialista.
Por ahora, para lo único que sí hay dinero es para sustituir el antiquísimo ascensor del servicio de Cardiovascular, que está clausurado hace varios meses.
“Los ingenieros nos dijeron que si montábamos un paciente en ese ascensor era bajo nuestro propio riesgo”, explicó Ramírez.
El Seguro Social garantizó los ¢32 millones que cuesta el ascensor, pero el dinero llegará hasta el próximo año.