El neurocirujano Alejandro Vargas Román es un hombre de fe, pero, ante todo, de ciencia. Es el único en el país con una subespecialidad neuroendovascular, rama que atiende aneurismas (dilatación de arterias del cerebro).
Fue él quien testificó ante investigadores del Vaticano que la costarricense Floribeth Mora sanó de una forma que la ciencia no logró explicar. Esa curación, estudiada desde el punto de vista teológico-científico, fue considerada como un milagro por intercesión de Juan Pablo II, quien pasará a ser santo el próximo domingo.
A Vargas no deja de sorprenderlo el hecho de que si bien su papel se limitó a atención médica, algunos pacientes creyeron encontrar en él la vía para obtener un milagro.
“Recuerdo un caso en el Hospital Calderón Guardia. Una persona me pidió que le tocara las manos. Yo le dije: ‘No, discúlpeme, pero no tengo ningún poder; yo soy igual que usted, un pecador. Si usted quiere tocar las manos, tóquelas, pero no soy nada extraordinario’”, contó.
Según relata el médico, en los primeros meses tras el anuncio del llamado “milagro tico”, lo visitaron pacientes con enfermedades de otras especialidades.
Pensaban que podía interceder en un milagro... pero él solo fue el testigo más cercano de la extraña curación de Mora.
“Seguramente se equivocaron”, pensó la primera vez que la resonancia magnética reveló que el aneurisma de la tica había desaparecido. Así lo tuvo que testificar para la causa de canonización del papa viajero, Juan Pablo II.
“Comencé a investigar en artículos médicos y con colegas dentro y fuera de Costa Rica el por qué había desaparecido el aneurisma, pero yo no pensé que fuera un milagro. Quería buscar una explicación científica”, relató.
Pese a eso, como católico siempre tuvo presente que existen este tipo de intervenciones.
“Mi vida desde el punto de vista de fe, me la afirma mucho más, nunca he tenido dudas, pero es como una vitamina, un estímulo. Siempre he tenido claro que existe Dios y existen este tipo de intervenciones”, afirmó.
Fe y ciencia. Tajante y seguro, Vargas considera que entre la ciencia y la fe no debe haber conflicto.
Para él, ambas se complementan. Dentro del gremio médico tampoco encontró ninguna crítica.
“Hay gente que cree y no cree; los compañeros neurocirujanos han sido muy respetuosos. Yo tengo la conciencia tranquila.
”Lo que yo hice fue una guía al paciente para tratar de disminuir los factores de riesgo de un segundo sangrado”, contó.
Su nombre quedará plasmado en los registros históricos sobre la canonización del Papa más emblemático del siglo XX y el único que ha pisado Costa Rica.
“Si llego a tener nietos y bisnietos y Dios me da vida para disfrutarlos, por lo menos les contaré algo diferente y ha sido una experiencia enriquecedora. Personalmente uno se siente feliz, satisfecho, un poco… alzado, ¡qué bendición la mía!
A veces uno se pregunta: ‘¿merecía yo tener participación en esto?’. Uno se asusta de lo que Dios quiere de uno. Si uno hace bien las cosas, él ayuda”, afirmó.
Sin embargo, Vargas no esconde el sin sabor que le provoca por no poder asistir a la Ceremonia, pero queda satisfecho al saber que su paciente se curó y que la obra sirvió para que hayan declarado santo a un hombre que describe como “noble, que transmitía pureza”.
Aparte de Juan Pablo II, el papa Francisco canonizará también –el domingo– a su homólogo Juan XXIII. Lo hará en un rito sencillo incluido dentro de la misa correspondiente al segundo Domingo de Pascua, explicó el canciller de la curia metropolitana, Daniel Blanco. Colaboró en esta información Hugo Solano.