Nunca lo he visto, pero al conocer de él y la gravedad de su deterioro físico, imagino el desnutrido cuerpo de ese joven de 14 años.
Su estado no es producto de la escasez material, sino de la enfermedad. Aunque brota de la mente, la devastación de la anorexia se extiende por su piel, evidente a la vista, como ocurre con tantos otros trastornos mentales.
Los esfuerzos del equipo médico que lo trata en la Clínica del Adolescente en el Hospital Nacional de Niños (HNN) no bastan; el desgaste físico que sufre finalmente llevan a su internamiento.
Sin embargo, al no calificar ya como un niño, no puede ingresar en ese centro, por lo que sus médicos lo remiten al Hospital Nacional Psiquiátrico.
Pero ahí tampoco lo reciben. Lo grave de su salud motiva a los médicos a referirlo al Hospital México, el cual no está especializado en trastornos de alimentación en jóvenes. Ahí estará, al menos, dos meses, periodo después del cual quizás retornará a sus doctores en el HNN.
“Así no debería tratarse un problema de salud mental. Cuando regrese, habrá rodado por el sistema hospitalario, habremos perdido tiempo y con descoordinación”, lamentó Alberto Morales, jefe de la Clínica del Adolescente.
El abandono de la salud del adolescente preocupa a los médicos expertos en este grupo etario. Al combinarse con las deficiencias en la atención de trastornos mentales, en general, chicos como el de esta historia afrontan un doble vacío .
“Acostumbramos definir la adolescencia como un periodo libre de enfermedad. Si bien es cierto que tienen menos problemas físicos que los adultos, tienen enormes dificultades a nivel emocional, adaptativo y social”, dijo Marco Díaz, psiquiatra a cargo del Programa Integral de Atención del Adolescente (PAIA), de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) .
Además, los adultos suelen calificar los problemas de los jóvenes como insignificantes o pasajeros, menospreciando la potencial gravedad de estos.
“De ahí que muchos jóvenes han tratado de suicidarse o lo han hecho, y nadie se dio cuenta”, añadió.
Aunque los datos epidemiológicos son escasos, los médicos detectan un alza tanto en el número como en la complejidad de los casos.
El ascenso en suicidios entre menores, que se duplicaron en dos años, lanza una señal de alerta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha advertido de que los trastornos mentales representan el 45% de las enfermedades que afectan a la población de entre los 10 y 24 años en el mundo.
Para el psiquiatra Luis Diego Herrera Amighetti, esto se podría deber no solo a un crecimiento en la incidencia, sino también a la sofisticación de los diagnósticos.
Paradógicamente, dijo este especialista, los grandes avances neuropsiquiátricos de la última década no han ido acompañados aquí de una mejor respuesta del sistema de salud.
¿Marcha atrás? Por el rápido desarrollo que atraviesan, a los jóvenes no les basta con una atención integral; requieren un abordaje diferenciado, tal y como lo tienen los niños y adultos mayores.
Para los especialistas, este factor es indispensable para tratar, no solo trastornos como la depresión y la ansiedad, sino otros como los problemas de adaptación y las adicciones.
“Es la etapa de más cambios a nivel físico, espiritual y social. La velocidad de los cambios hace a las personas más vulnerables a los trastornos”, aseguró Morales.
Un modelo diferenciado para jóvenes proliferó a finales de los 80, hasta alcanzar unos 100 centros de atención en el país. Pero la falta de recursos y cambios en el sistema de salud absorbieron al personal especializado en los Ebáis. Hoy, apenas hay ocho centros y solo el HNN tiene equipo y jornada completa.
“El ímpetu y la inversión en jóvenes que hubo en los 80 se perdió y, lamentablemente, vamos retrocediendo en términos relativos y absolutos”, dijo Herrera.
“En los hospitales grandes, el área diferenciada para adolescentes se dedica al embarazo. La atención de la salud mental se perdió”, añadió Díaz.
El Plan Estratégico Nacional de Salud de las Personas Adolescentes advierte que la que la cobertura de servicios de salud de la CCSS disminuyen conforme aumenta la edad de los menores.
Para el 2006, los servicios de salud de calidad dirigidos a niños menores de un año eran del 70%, mientras que en la adolescencia eran de tan solo 29,6%.
El sexto Informe del Estado de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia (2008) advierte que los recursos están concentrados en la atención de la enfermedad y la mortalidad.
La oficina de prensa de la Caja confirmó que el programa se redujo porque se financiaba con fondos externos.
Virginia Rosabal, coordinadora del Programa de Salud Mental de la CCSS, aseguró que el actual Gobierno recuperó gran parte de la inversión en el tema, mas advirtió de que “se nos puede caer”.