Horas antes, en París, Tokio y Milán, las fiestas más elegantes se habían extinguido... Pero en nuestro pequeño país, la elite social apenas comenzaba a celebrar -en playa Herradura-, rodeada por la desteñida alegría de los pueblos de pescadores de Tárcoles y Agujas, quizás la fiesta más selecta de Costa Rica.
Con una lista de 300 invitados, encabezada por el Presidente de la República, figuras políticas, socialités y uno que otro extranjero, este fino grupo recibió el año 2000 en una enorme explanada y jardines internos del hotel Marriott Los Sueños, que lamentablemente no tenían vista al mar.
La celebración arrancó timídamente a las 7 p. m. en el salón del restaurante La Vista, con un bufé de bocadillos que incluían canapés de prosciutto , rollitos de sushi y una terrina de palmito.
Una hora después, en el Lobby Bar, el grupo Piña Colada empezaba a llenar de notas el ambiente, mientras que algunos invitados, en su mayoría extranjeros de edad madura, se deleitaban con filetes de salmón marinados, aguacates rellenos con pollo de sabor oriental y camarones rellenos de alcachofas. Pero la gran mayoría prefirió irse a las mesas cercanas a donde estaba sentado el Presidente.
A las 9 de la noche, la acción se concentró en el salón principal y, minutos más tarde, el grupo musical Tabasco tocaba los primeros acordes de la gran fiesta.
Coquetos sombreros
Al entrar nos encontramos con grupos de pequeñas velas que enmarcaban las 34 mesas redondas, cubiertas con largos manteles blancos. Todas las mesas llevaban un adorno de casi metro y medio de alto compuesto por flores ginger rosadas y racimos de agapantos lila, que sostenía en su cúspide un quinqué de vidrio con más velas.
En cada puesto, a la par de la servilleta doblada en forma de abanico, había un coqueto sombrero de copa al estilo de los duendes irlandeses, pero forrado en escarcha plateada y fucsia.
En juego con el mantel, las sillas también estaban forradas en tela blanca y llevaban grandes lazos plateados atados a sus respaldares.
Enormes hojas de palmeras de Madagascar decoraban las paredes y enmarcaban además la tarima del escenario principal, junto con listones fucsia, plata y lila.
Entre los invitados estaban Diana de Rojas, Jean-Paul y Denisse Giustiniani, Rodolfo y Olga de Jiménez, Fernán Vargas y su esposa Virginia Mendiola y varios miembros de la familia Aizenman.
También se encontraban Ronald Zürcher, Thelma de Kooper, Luis y Aida de Fishman y la modista Amanda Moncada.
Muy elegantes Monserrat Mesalles de Capra y Vanessa Sequeira de Rodríguez, la primera de negro y la segunda en tonos de rosa y perla.
Nuestra primera dama, Lorena Clare, lució un singular traje strapless de falda pantalón en seda asiática de color coral con una preciosa gargantilla, y don Miguel Angel vistió camisa blanca de manga larga y pantalón negro.
La cena de gala era una extensa lista de sabores y texturas que incluía, entre otros, croquetas de langosta, pargo al estilo de Veracruz, arroz a la Biriani, pollo en salsa de curry, pierna de cordero rellena al estilo griego, salchicha de mariscos con salsa de caramelo, ravioles rellenos de cangrejo, puré de papas con ajos "rostizados", ensalada de peras y pecanas. Además, había asados de pez espada, atún, camarones y lomito.
Uvas y matracas
Conforme avanzaba la noche hacia el nuevo milenio, cuadrillas de saloneros empezaron a repartir copas con las tradicionales 12 uvas rojas y bolsas de celofán azul con pitos, matracas y rollos de serpentinas.
Las piezas musicales, en su mayoría de corte tropical, hicieron que los asistentes poco a poco dejaran sus asientos y se plantaran en la pista luciendo sus sombreros festivos y sus dotes de bailarines improvisados.
El inevitable contar de los números en cuenta regresiva fue acompañado de la fastidiosa canción que trata de la yegua blanca y la buena suegra, entre el rumor de lágrimas, risas, champán y una fila de ticos que deseaban recibir el primer saludo presidencial.
Mientras el firmamento se iluminaba con los destellos de los fuegos artificiales, en los paladares brillaban los dulces de delicados cheesecakes miniatura, queques de trufas de chocolate, tiramisú, pastelitos de Napoleón, fresas con chocolate y crema catalana con azúcar tostada.
Al filo de la madrugada, entre los restos de serpentinas, escarcha y copas vacías, dominado por el cansancio, solo recuerdo a Calderón de la Barca y su verso que dice: -¿Qué es la vida? Una ilusión/ una sombra, una ficción/ y el mayor bien es pequeño/ que toda la vida es sueño/ y los sueños sueños son.