Sin certeza de qué ocurría y con temor de ser la próxima víctima, los siete sobrevivientes de la tragedia en la Embajada chilena convirtieron a la serenidad y el silencio en su principal arma para seguir con vida.
Xinia Vargas Cascante y César Gómez, funcionarios de la sede, se escondieron en un baño tras los primeros disparos y permanecieron hincados y sin pronunciar palabra durante las seis horas que duró el drama.
En la oficina contigua, otros cinco empleados de ProChile se encerraron en un despacho, bloquearon la entrada y mantuvieron la calma, sin imaginarse que tras la puerta habían fallecido tres de sus compañeros.
Xinia Vargas, secretaria del cónsul, presenció cuando el guardia civil entró a la oficina donde Roberto Nieto atendía una llamada telefónica de Chile. El oficial le dijo “hey” y le disparó, según relató a La Nación el esposo de ella, Felipe Gutiérrez.
Nieto preguntó: “¿qué es esto?”, y se desvaneció.
Vargas corrió al baño cuando Jiménez entró a disparar en la oficina de Rocío Sariego. Escondida en el servicio, escuchó que el cónsul, Christian Yuseff, se refugió en su despacho perseguido por el policía.
Jiménez lo llamó y le dijo que quería hablar con él. Yuseff abrió la puerta y le preguntó por qué hacía eso. El oficial solo le respondió con su M-16. Luego él preguntó por Xinia y ella rezó para que el asesino no la encontrara.
Lo que siguió fue el ruido de una quebrazón intermitente de vidrios y adornos en las oficinas, y después el silencio.
Nadie se atrevió a mover un músculo hasta que seis horas más tarde escucharon voces de policías que contaban muertos y una mujer de la Fuerza Pública abría la puerta para rescatarlos.
Sin explicación
El terror de Vargas y Gómez creció con la certeza de que Jiménez quería matar, pero el miedo de los cinco empleados de ProChile aumentó con la incertidumbre.
“Supimos lo que pasaba hasta que nos liberaron; jamás pensamos que tuviéramos compañeros fallecidos”, comentó anoche Jeanette Víquez al salir de una misa.
“Ha sido una experiencia muy dura, muy dura”, expresó Jesús Abarca, quien ha trabajado ´41 años en la Embajada chilena.
“Estamos tratando de comprender el acto irracional (de Jiménez) porque él era una persona muy querida por nosotros y aún no podemos entenderlo”, dijo Leonardo Banda, director de ProChile, quien exaltó la valentía de sus compañeros en la emergencia.
Colaboró el redactor Álvaro Murillo