Río Sarapiquí, zona norte. No había terminado el sol de desperezarse de una jornada más de sueño cuando una pequeña lancha ya cortaba agitada las apacibles pero caudalosas aguas del río Sarapiquí, en la zona norte de nuestro país.
Armando Lau Hernández, de 67 años, le sacaba chispa a su pequeña embarcación llamada Zorra , que utilizó como transporte de electores a las diferentes escuelas ubicadas en las márgenes de aquel río.
Arbolitos, Los Ángeles, La Ceiba, Media Vuelta y Caño San José son los nombres de los centros de votación que colindan con las aguas del Sarapiquí.
Llegar hasta estos sitios solo es posible en panga o bote; claro está, siempre y cuando se cuente con la generosidad del clima.
Según dicen los lugareños, allí llueve "364 días al año" y "no deja de ser incómodo para navegar".
Pero ayer domingo fue quizá ese único día en que la Madre Naturaleza decidió hacer una pausa para descansar de tanta lluvia. El Sol no dejó de abrasar las aguas del río durante la mañana y la tarde.
Como hormigas
Por lo visto esto ayudó a que los más de 400 electores de esa zona según registros del Tribunal Supremo de Elecciones decidieran votar.
Así lo comprobó La Nación durante un recorrido efectuado ayer por esa región, ubicada en el cantón herediano de Sarapiquí.
Vestido de entusiasmo y mucho fervor cívico, José Pablo Araya de 38 años quiso aprovechar los primeros rayos de luz para sufragar en la junta número 4887, en la escuela Arbolitos.
Con su dedo índice manchado con tinta indeleble, Araya contó que su deseo de votar fue mayor a las condiciones adversas de movilización, especialmente porque viajó desde Heredia centro la víspera.
"No hay pretexto para no votar (...) es un derecho y un deber que tenemos que aprovechar".
A unos 35 minutos de distancia, en la escuela Los Cedros, Manuela Montero Jiménez no perdi¥ó tiempo, y desde muy temprano votó.
"Si nosotros, que tenemos que hacer milagros para venir hasta acá y votar, votamos no tiene que haber pretexto para la gente que tiene a disposición buenas calles y carro gratis", aseguró Montero.
Segundos después, Zorra la lancha que la trasladó a la escuela desde su casa a 15 kilómetros de distancia se disponía a quemar motor en el transporte de nuevos votantes.
Corriente abajo, en donde el Sarapiquí se une con el río San Juan, los policías Ricardo Chávez y Eduard Castillo, ambos del puesto Delta 8, contaron que no podrían votar.
Como parte de sus labores, ambos guardas tienen que cumplir un rol de 15 días y apenas llevan ocho. Y, por más deseos, no lo hicieron: Chávez vive en Paso Canoas y Castillo en Sabanilla de Montes de Oca.
"Será dentro de cuatro años", manifestaron entre risas, las mismas que no ocultaron los guías de Abel Pacheco y Rolando Araya en la escuela Los Ángeles. Al paso de un bote o panga, los jóvenes vitoreaban a su candidato deseosos de que su alegría se diluyera con la corriente.