Ana Virginia Quesada, jefa de Trabajo Social del Hospital Nacional de Niños, recibió ayer una llamada del Patronato Nacional de la Infancia (PANI) para informarle de un niño muerto por agresión.
Este menor, de tres meses y medio de edad, nunca recibió un golpe de sus padres, su piel no tuvo huellas de maltrato físico y nunca escuchó un insulto.
En su lugar, la madre del bebé –quien vivía justo al frente de una clínica pública–, no fue al centro de salud al momento de dar a luz. Ella sabía que su bebé no estaba en posición para nacer y requería de atención médica, pero decidió tenerlo en casa.
El chiquito nació con parálisis cerebral y con daños en sus órganos internos que, finalmente, le causaron la muerte.
Este es un tipo de agresión que ha estado invisibilizada por años de años. Se llama negligencia.
Datos del HNN revelan que el 70% de los abusos atendidos allí son de este tipo. Se sabe, por ejemplo, que en el 90% de las infecciones respiratorias y quemaduras media la negligencia.
Solo este 2013, más de 1.000 de los 1.150 casos tratados por trabajo social en ese centro médico han tenido esa causa.
Esta situación hizo que las estadísticas de agresión se dispararan un 189% entre 2006 y 2012 (antes, las secuelas de la negligencia no estaban incluidas como agresión).
“El problema es que nos hemos concentrado en agresión sexual o física, y se olvida que la negligencia mata, ciega y silencia a los niños”, afirmó Quesada.
Hace pocas semanas, esta especialista atendió otro caso extremo: el de un menor que pasó once meses en cuidados intensivos con un problema respiratorio.
Al ser dado de alta, se le advirtió a su madre cómo usar el tanque de oxígeno y lo importante de que el menor lo tuviera siempre consigo. Pocos días después, madre e hijo partieron desde Upala hasta Limón, pero el tanque de oxígeno no viajaba con ellos. El menor fue internado en el Hospital de Guápiles con complicaciones graves.
“Esto impacta la salud no solo física, sino también emocional y el desarrollo del niño”, manifestó Orlando Urroz, director del HNN.
El 8% de los pacientes vistos por trabajo social en 2012 fueron referidos por el servicio de Psiquiatría y Psicología, antes de que se determinara agresión, lo cual es una muestra del impacto de este tipo de violencia contra los niños.
No es solo descuido. La negligencia no es solo un descuido que pueda justificarse porque no se tenía la intención de hacer daño, aclaran Urroz y Quesada.
“Hace poco, vimos una mamá cuya hija se quemó con la plancha de ropa que estaba mal puesta y la mamá dijo que no era su intención. Por más que usted quiera mucho a su chiquito, eso es negligencia y es una forma de agresión”, enfatizó Ana Virginia Quesada.
“La autoagresión es otro problema. Ayer, llegó un niño que se cortó él mismo con un cúter (cuchilla) en la escuela. Al llegar, nos dijo que no quería ver a su mamá; lo peor es que alguien así podría pasar de agredirse a sí mismo a hacerlo contra otras personas”, agregó.
Para Urroz, uno de los principales problemas es que los adultos son los primeros en ser negligentes consigo mismos, y eso ayuda a no pensar en los más pequeños.
“El mundo donde el adulto es el centro no nos permite analizar los riesgos para los niños. Debemos ponernos en su lugar”, dijo Urroz.