Luz Arredondo, madre de Carlos, no dudó dos veces para comprarle a su hijo un sombrero vaquero durante el desfile de boyeros, en Escazú, el 10 de marzo.
“¡Vieras cómo le gustan los sombreros! Él tiene muchos, pero ese día, con el sol que estaba haciendo, le compré ese sombrerito”, explicó, ayer, la mamá de Carlos Arredondo, a quien etiquetaron en Estados Unidos como “héroe vaquero”.
Doña Luz, de 76 años, nunca imaginó que ese sombrero convertiría a su hijo en un ícono americano tras los atentados en la ciudad de Boston (Massachusetts). Los ataques se dieron casi un mes después de aquella calurosa mañana escazuceña rodeada de carretas.
Arredondo está de visita a Costa Rica desde el miércoles y aceptó que, aunque fueron muchos los “héroes” en Boston aquel 15 de abril, usar el sombrero lo colocó en bandeja de plata ante los lentes de los medios norteamericanos.
Ahora, usa el sombrero como si fuera parte de un atuendo obligatorio, aunque no lo acompañen ni las botas ni las espuelas típicas de un vaquero.
Pero su mirada, a veces perdida en sus pensamientos mientras conversaba con La Nación , evidenció que ese sombrero le da sombra más que a su rostro; cubre las heridas que tiene tras la pérdida de sus dos hijos varones, años atrás.
Alexander, de 20 años, era soldado estadounidense y murió en Irak en el 2004. Brian, de 24, se suicidó en el 2011 al entrar en depresión por la muerte de hermano.
“Yo estoy con ayuda psicológica desde la muerte de mis hijos, y ahora me están ayudando tras esta prueba, luego de las bombas del Maratón de Boston.
”Venir aquí me libera de los problemas que he tenido; me desahogo de todo lo que pasa allá, en Estados Unidos”, comentó el tico.
Justo el día de los atentados, Carlos estaba en la línea de meta esperando a dos competidores que corrieron en honor de sus dos hijos fallecidos.
“Yo llegué porque dos amigos del Ejército corrían la carrera con 40 libras de peso en su cuerpo, en honor a mis hijos, y por eso estaba entregando banderitas en la línea de meta”, explicó.
Agregó: “ellos (sus hijos) me atan a estar acá en Estados Unidos varios años más. Los dos están juntos en el cementerio, cerca de mi casa, y siguen vivos en mí y en mi corazón. No los puedo dejar”.
Visita a Chinchilla. Con el mismo sombrero, aún con manchas de sangre, al parecer de Jeff Bauman –joven que salvó tras perder sus piernas en los atentados–, Arredondo se reunió, ayer, con la presidenta Laura Chinchilla, en Casa Presidencial, en Zapote.
La primera acción fue justamente desprenderse de lo más preciado: quitarse de su atuendo dos botones con la fotos de sus hijos fallecidos y entregárselos a Chinchilla como regalo.
“Usted representa los más altos valores que tiene un costarricense. Lo que usted hizo en Boston y lo que hace hoy en día pone muy en alto el nombre de Costa Rica”, le expresó Chinchilla, quien, de inmediato, colocó los botones en su saco.
Arredondo salió agradecido con Chinchilla por brindarle algunos minutos para atenderlo en medio de la organización de la llegada del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y los mandatarios de Centroamérica.
“Ella está muy ocupada y, realmente, le agradezco el tiempo que me regaló. Me dijo que existe una muy pequeña posibilidad de hablar con Obama, pero si se pudiera, ella me ayudaría” expresó.
Justo al salir de la reunión con la presidenta, varios medios de comunicación lo esperaban.
“Mamá, vení, traéme el libro para que vea las firmas que le llevo a Jeff (joven que salvó en los atentados), para que ellos lo vean”, le dijo a Luz, quien no se le despegó desde que llegó, el miércoles, al aeropuerto Juan Santamaría.
“Yo vendo lotería en la avenida central, pero el puesto queda solo cuando él (Carlos) llega al país. Esta vez es diferente. Yo le ando huyendo a las cámaras. Si no, apenas llegue al puesto me van a vacilar”, daba explicaciones doña Luz a los periodistas presentes.
Su madre espera que, después de que pase todo esta ebullición en los medios, su hijo logre cerrar sus heridas y bajar el ritmo que lleva.
Mientas tanto, Carlos seguirá interpretando al “vaquero tico” para alejar de su mente y corazón el dolor por perder a sus dos hijos.