Más de 20 años transcurrieron para que aquella tortuga volviera a la playa de Moín, en Limón. Era la única sobreviviente de 10.000 que nacieron ahí.
Llegó a dejar sus huevos, pero no había terminado de desovar cuando una pistola se posó en la sien del investigador que la cuidaba.
Amparado en la oscuridad de la madrugada y en la soledad de la playa, el delincuente solo quería los huevos para venderlos cocidos con chile panameño, a ¢500 cada uno.
Este no es el primer asalto que sucede contra voluntarios que luchan por la conservación de la tortuga. Escenas así, son frecuentes desde la desembocadura del río Moín hasta la boca del Matina.
Son 18 kilómetros de playa desolada, sumidos en la pobreza y el narcotráfico, pero escogidos por tres especies de tortuga (baula, verde y carey) para depositar sus huevos y mantener la cadena de vida. En 6 kilómetros, se contaron 1.475 nidos de 450 hembras, en el 2012.
“Creemos que en el otro sector de la playa, donde anidan más, estarían llegando como 800 hembras”, declaró Jairo Mora, investigador de Widecast a cargo del proyecto de conservación en Moín.
“Las tortugas siempre han llegado, pero hace cinco años empezaron a venir más porque en el lado norte un temporal erosionó las playas y las tortugas buscaron otros lugares”, explicó Mauricio Vargas, biólogo del Servicio Nacional de Guardacostas.
El guardacostas añadió: “Anteriormente, Gandoca Manzanillo era la playa con mayor anidación, pero la explotación y el cambio climático hizo que se pasara de 3.000 nidos por temporada a 200 nidos. Ahora, en Moín se está dando la mayor anidación, pero tenemos el problema de que no es área protegida sino una zona muy poblada, de fácil acceso y eso hace que los números de nidos en playa sean insignificantes”.
“Como no se tiene control y es una playa tan grande, la gente llega y pone cuatro horcones con un plástico para pasar el fin de semana. No lo pasan en familia; lo aprovechan para sustraer huevos”, explicó Erick Calderón, subdirector de la Fuerza Pública en Limón.
“Un nido de baula tiene 80 huevos. Para un desempleado eso significa un ingreso. Van a la playa, saquean unos tres nidos y eso son ¢40.000”, detalló Vargas.
“El esfuerzo del saqueo es casi nulo y genera un ingreso rápido. Aunque está asociado a un problema social, también es una salida fácil”, comentó Ana Lorena Guevara, viceministra de Ambiente.
Aunque el saqueo de huevos no es nuevo, sí lo es el intercambio de huevos por droga, una modalidad que ha cobrado fuerza.
“Hay toda una organización detrás de eso: trae gente, la ponen en ranchos en la playa y no les pagan con dinero sino con droga”, aseguró Vargas, quien agregó: “Ellos son los que arman a los drogadictos. Lo usual son cuchillos o machetes, pero hemos encontrado gente con armas hechizas, calibre 22 y, en pocas ocasiones, con AK47”.
Estas personas muchas veces ni siquiera esperan a que la tortuga desove sino que la matan antes para quitarle sus huevos.
“Lo que no se dan cuenta es que eso impacta otros sitios. A diferencia de otras especies, la baula del Caribe que anida en Moín luego deposita sus huevos en Tortuguero, Cahuita y Gandoca Manzanillo. Para que su especie sobreviva, esa tortuga necesita que los seis nidos que pone en la temporada se mantengan”, explicó Didiher Chacón, director de Widecast. Según Calderón, en el 2012, la mayoría de los saqueadores eran de las comunidades de Limón 2000 y Matina.
“Por esas condiciones, todo lo que se reubica en playa corre el peligro de morir”, comentó Mora.
Por esa razón, los investigadores construyeron un vivero con capacidad para resguardar 100 nidos. En este se reubican los huevos, se monitorean y cuidan hasta que las tortugas nazcan.
Sin embargo, este vivero fue asaltado en el 2012. Les robaron unos 20 nidos y los voluntarios fueron amedrentados por personas armadas con AK47. “No les robaron nada a ellos, pero sí intentaron abusar de las voluntarias”, relató Johnny Chacón, también investigador de Widecast.
“Los que nos asaltaron el año pasado no eran de Moín. La comunidad más bien trata de ayudar. La gente de la comunidad, si roba, es un nido y no como los otros que se llevan toda la playa”, comentó Vanessa Lizano, encargada del programa de voluntariado.
En jaque. En el 2011, se salvó el 3% de los nidos y en el 2012, un 30%. Esto se debe al trabajo de investigadores y voluntarios, quienes caminan seis kilómetros, entre las 10 p. m. y las 2 a. m., para vigilar y proteger el momento pico del desove.
Cuando divisan una tortuga, la marcan para llevar un registro, toman sus medidas (ancho y largo del caparazón), reportan su posición y el sitio en la playa. Luego miden la profundidad y ancho del nido, recolectan los huevos y los cuentan para luego reubicarlos.
“Esta temporada solo hemos reubicado un nido y fue porque tuvimos que negociar con un huevero. Tuve que darle 12 huevos y él me dejó el resto. Con otros hemos tratado de negociar y es imposible. No nos dejan ni medir la tortuga”, comentó Chacón.
Ese nido tiene 36 huevos y el nacimiento está previsto para mayo. “No lo han saqueado porque el día que lo reubicamos estaba lloviendo y eso ayudó a borrar las huellas”, comentó el investigador.
Ese trabajo en la playa necesita 15 personas. En el 2012, hubo 30 voluntarios, pero la inseguridad los alejó este año y no hay ni uno. “¿Hasta cuándo actuarán (las autoridades)? ¿Hasta que muera uno de estos muchachos que creen en la conservación?”, interpeló Chacón.
Asimismo, el biólogo destacó: “Solo se piensa en lo correctivo, es decir, cuando el delito ya está hecho. Después del decomiso, el huevo nos llega batido, dañado, frío y el embrión muerto, ya no hay nada que hacer. Los controles correctivos, cuando hacés un retén y le decomisás el saco al huevero, eso no salva a la especie. Hay que ir adelante, se tiene que tener presencia en las playas”.
“No compartimos esa idea de patrullar en conjunto con los voluntarios porque es muy peligroso. Cuando patrullamos andamos armados y bien equipados porque sabemos que hay gente que son drogadictos y en su estado no les importa nada”, declaró Vargas.
Los ataques a voluntarios obligaron a la Fuerza Pública y a Guardacostas a patrullar la playa. La Unidad Ambiental de Guardacostas capacitó a 75 policías de Matina y Limón y a cuerpos especiales, quienes patrullarán la zona a partir de mayo y hasta octubre próximo. Según Calderón, aún falta por capacitar a 40 policías más.
“Lo que pueden hacer estos grupos de conservación es estar cerca cuando estemos en la playa, pero eso no implica que vayamos a patrullar con ellos. Nuestros patrullajes van a ser independientes”, destacó Calderón.
Asimismo, no descartan coordinar con funcionarios de Minae y paralelo a estos patrullajes, se harán operativos con la Municipalidad de Limón y el Ministerio de Salud en establecimientos comerciales donde se estarían vendiendo huevos y carne de tortuga.
Con estos esfuerzos, se espera ayudar a la sobrevivencia del reptil más noble. No hay otro remedio. Ante la caída de las poblaciones de baula en el Pacífico, las esperanzas de la especie yacen ahora en estas playas de Limón.