El arzobispo de San José, monseñor Hugo Barrantes, recién retrataba el martes el momento que vive la Iglesia católica cuando una joven entró a la catedral con su mochila de universitaria.
“Ya no estamos en la cristiandad. Estamos en la diáspora”, decía el obispo, realista en la misa de este martes, Día de San José. Cientos de adultos y ancianos lo escuchaban cuando la joven universitaria entró a lo suyo, lo de casi todos los días. Oró unos minutos, se persignó y salió. Venía de hacer prácticas en un hospital y ya iba para su casa en Cartago, bendita por Dios.
Se llama Gilda y sus 21 años de edad la convierten en minoría en la comunidad católica, pero al mismo tiempo es una miembro valiosa para el futuro de una iglesia que intenta frenar la caída de feligreses de los últimos años.
Con fieles como Gilda, pero también con los miles de adultos que predominan en los templos, la Iglesia católica en Costa Rica puede recibir el título de “sobreviviente”.
Son unos 1,7 millones los ciudadanos ticos los que se declaran católicos (57% de la población mayor de edad) y de ellos menos de 900.000 asisten a misa cada domingo, como hoy, según datos de Unimer.
El rebaño parece contenerse a pesar de los problemas de la Iglesia para ajustarse a los tiempos modernos, fogosos y fugaces. La feligresía se mantiene igual que la del 2011, después de la caída de los años 90, con el arrastre de iglesias evangélicas, y de principios de este siglo, con los escándalos de Radio María que golpearon el corazón católico en Costa Rica.
Hace 14 años, en 1999, el porcentaje de católicos en la población adulta costarricense era de un 73 % y la cuota de la comunidad evangélica ascendía a un 6%, la mitad de lo que tiene hoy. Era el siglo pasado.
A pesar de los problemas típicos de una institución tradicional y las adversidades originadas fuera y dentro de la ella, la Iglesia posee un apoyo suficiente para mantener la relevancia en el país.
Incluso, ahora, con el papa Francisco recién nombrado en el Vaticano y sus gestos de sencillez, hay una opción de recuperación de fieles. Lo dijo la joven Gilda, pero también se ve desde fuera.
“Quizá eso provoque un impacto, un reverdecimiento como el que ya se ha visto en otros países de la región antes del nuevo Papa”, dijo Juan Luis Calvo, presidente de la Alianza Evangélica Costarricense, voz de esa población cristiana protestante, el 12% de los ciudadanos.
Lo evidente es que la Iglesia católica perdía fieles y parece haber detenido esa fuga, aunque continúen en la sociedad el boom de ideas liberales y de cambios en las dinámicas de la comunidad. Ya el sacerdote no es la única voz con micrófono y tampoco puede circular por los barrios sin topar con las verjas de los condominios de moda.
La Iglesia se sostiene pese a sus escándalos sexuales y económicos fuera del país, pero también aquí conocidos en la última década.
Tras tener aprobación del 82% de la población en 1998, cayó al 44% en el 2004, pero para el 2008 subió al 57% y cinco años después está igual, según estudios de Unimer.
“Sé que esas cosas (irregularidades) han ocurrido y ocurren porque son humanos, pero yo lo que hago es orar con más fe y con más fuerza por ellos”, respondió Gilda.
Ella es parte de la juventud católica (55% del total de ticos entre 18 y 29 años). Este es el segmento de menos fuerza en el catolicismo, mientras los católicos mayores de 50 años son el 60% de todos los nacionales de este rango de edad.
Adulto y rico. Otro rasgo especial del rebaño católico en el país está en las personas de más dinero. Según la encuesta de Unimer hecha en febrero pasado, este es el credo del 68% de la población con un alto nivel socioeconómico.
En la población de bajo nivel socioeconómico, el 51% sigue la herencia de Pedro, mientras la clase media de la Iglesia se parece con un 59% al promedio nacional (57%).
Aquí es donde pueden calar más los gestos del papa Francisco en favor de los pobres, aunque la Iglesia tica subraya su añeja vocación por ellos. “Nos anima a continuar con ahínco los esfuerzos por los pobres; son muchas las obras que se realizan en el silencioso espíritu del Evangelio”, contestó el obispo de Limón, José Rafael Quirós.
Los clérigos opinan que su obra social es mucho más fuerte que la que se conoce, pero que han fallado en divulgarla, en parte por cumplir el precepto bíblico que dice que la mano izquierda no se debe enterar de lo que hace la derecha.
Lo que sí reconocen sin complejos es la necesidad de corregir el mensaje hacia los jóvenes. “En la forma, no en el contenido”, dijo el martes en su homilía monseñor Barrantes, antes de entrar Gilda.
Ahí recordó que ese fue el mandato del concilio Vaticano II en 1965, centrado en la necesidad de una relación más cercana a los fieles, como explicó el sacerdote Rodolfo Murillo, profesor del Seminario Central y cura de pueblo.
“Lo que pasa es que ‘del dicho al hecho hay mucho trecho’. Ha habido dificultades de carácter ideológico por algunos sacerdotes, obispos y laicos de tendencia sumamente conservadora. Por eso, yo recomiendo a los fieles que vayan directo a las fuentes de la Iglesia”.
Gilda, por ejemplo, dice informarse por un sitio en Internet perteneciente a la Agencia Católica de Informaciones (ACI) .
Esta ruta, sin embargo, puede llevar a millones de voces críticas que ahora pueden expresarse sin esperar que alguien les preste el micrófono.
Algunas parroquias refuerzan sus pastorales y experimentan con páginas en Facebook o con misas con videos, pero los esfuerzos deben ampliarse, dijo el cura y periodista Glenm Gómez, director del Instituto de Pastoral Sociopolítica.
“Me maravilla la McDonald’s (hamburguesas), que cumple 40 años aquí y siempre atrae a los niños del momento (...). Aprendamos algo de eso”, expresó Gómez, que relativiza la importancia del número. “Si no le importó a Cristo, que tuvo solo 12 para empezar, tampoco debería desvelarnos ahora”.