A las 6 de la mañana de cada día en Siquirres, brazos femeninos compiten con la fuerza innata de los masculinos. Deben demostrar que son igualmente capaces de alzar estañones de basura, sacos llenos de vidrios y cuanta cosa la gente tire a la calle para que se la lleve el camión de la municipalidad.
“Tal vez no era para nosotras (por ser mujeres), porque eso es lo que dice mucha gente, pero tratamos de dar todo lo que podemos”, dice Ericka Solano, una de las cinco siquirreñas que, con guantes y botas, abren brecha en un trabajo casi siempre realizado por hombres.
“Y todavía lo siguen diciendo”, acota Carolina Mckenzie, una compañera que llega para completar el equipo cuando hay vacaciones o incapacidades.
Hace más de un año, el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) tenía en marcha un proyecto de aseo y ornato, mediante el cual otorgaba ayudas de ¢100.000 a las participantes. Sin embargo, la iniciativa se cerró, y esas mujeres dejaron de percibir ese ingreso.
Por eso, la alcaldesa Yelgi Verley tuvo la idea de emplear a algunas de ellas en un plan piloto de recolección municipal que, según dice, ha mostrado muy buenos resultados, pues las mujeres tienden a ser “más meticulosas” en esa labor.
Según la jerarca, hasta ahora Siquirres es el único cantón que brinda trabajo a mujeres como parte de la cuadrilla de recolección en camiones de basura.
Consultado al respecto, el Instituto de Fomento y Asesoría Municipal (IFAM), manifestó no tener conocimiento de otra iniciativa similar; de modo que Solano, Ivannia Peraza y Gabriela Montoya podrían ser consideradas unas pioneras.
Ellas fueron las primeras tres mujeres que se apuntaron a subirse al camión y cargar bolsas y sacos, sin distinción de género, entre los 18 hombres que actualmente conforman la cuadrilla.
“Me contaron que en los primeros días otro muchacho, que es más joven que ellas, llegaba al plantel hecho leña... ¡no tenía aliento y ellas como si nada! Tienen una fuerza interior y unas ganas de hacer las cosas bien”, comenta la alcaldesa.
Desde que contrató a las primeras, afirma, se han recibido en el despacho municipal unas 100 solicitudes más de otras mujeres que estarían dispuestas a subirse al camión recolector.
Flory Campbell, Ericka Solano, Gabriela Montoya y Carolina Mckenzi (de izquierda a derecha) son cuatro de las cinco recolectoras de basura en Siquirres. Foto: Gabriela TéllezCon la idea de ampliar la planilla, se han tomado en consideración aspectos como la condición social de las solicitantes, su desempeño físico, los deseos de superación y la cantidad de miembros de la familia que de ellas dependen.
Fue así como este año se integraron al equipo Mckenzie y Flory Campbell, una jamaiquina de 58 años, quien al principio tenía algunas reservas sobre las exigencias del trabajo. “¨Pensé: ‘¿Lo podré hacer?’. Y lo hice, a pesar de mi edad”.
Entre las recolectoras, el consenso es que Solano es la más rápida de todas, pero Campbell –21 años mayor que ella– no se le queda atrás, pues no quisiera que alguien diga: “Esa señora es muy lerda”.
La alcaldesa admite que al principio notó algún recelo entre los recolectores varones, pero la perspectiva es otra a bordo del camión: ellas se saben aplaudidas por mucho y el adjetivo de “pulseadoras” se escucha con mucha frecuencia por las calles. El lunes, por ejemplo, un muchacho paró el carro en el centro de Siquirres y, asombrado por el trabajo de estas mujeres, sacó el celular para hacerles fotografías.
Eso sí, nunca falta alguna dama que pase y las trate de “cochinas”. Sin embargo, ellas no prestan oídos a los comentarios negativos. “Es que gracias a este trabajo estoy saliendo adelante”, dice Solano, madre de cuatro y abuela de dos.
A Mckenzie, por ejemplo, la habían rechazado cuando solicitaba trabajo en fincas, en ganadería y en construcción y todo, según dice, por ser mujer. Así que, para llevar alimento a sus cinco hijos, se había dedicado a laborar en seguridad de bares. “Y como dicen muchos, mejor ni le digo; me quedo ahí”, confiesa.
Aunque junto a Flory Campbell es de las más nuevas de la cuadrilla, ella ha sabido encontrarle el gusto a la incesable tarea de juntar la basura.
Cuando tenía 12 años, relata, veía con profunda admiración a la única mujer que se dedicaba a barrer las calles en Siquirres. “Siempre que la veía, yo hablaba con ella y le decía: ‘Yo quiero ser como usted’”.
”Yo aún quiero llegar a ser como ella, porque a mí me cuadra mucho este trabajo. Siempre me ha gustado ser como ellos; en lugar de que digan: ‘Uy, es una mujer’, que vean que soy como un hombre. Me gusta recoger basura y subirme a los camiones”, asegura.
Pese a que le ponen buena cara al trabajo que más de uno dudaría en asumir, ninguna de ellas podría negar los puntos negros del oficio.
A sus 58 años, Campbell cursa el décimo año en un colegio nocturno. De ella dependen algunos de sus nietos. | FOTO: GABRIELA TÉLLEZLes ha tocado levantar perros, gatos y ratas muertas, encontrarse condones usados fuera de las bolsas, cortarse, o incluso soportar el hedor de la desconsideración ajena, como la vez en que alguien decidió tirar a la basura una bolsa con lo que parecían ser los residuos del tanque séptico.
Los olores que expide la basura, dice Solano, no se quitan ni bajo la ducha; les hieren la vanidad y las inhibe de acercarse a la gente.
Por ahora, la preocupación que gobierna en el grupo de las recolectoras es qué sucederá con sus puestos –pues ninguna tiene plaza fija– cuando el alcalde electo, Mangell Mc Lean, entre en funciones. De uno u otro modo, juntar la basura se ha convertido no solo en su modo de subsistencia, sino también en una parte vital de sus propias vidas.
“Es sentirse importante para la humanidad. Uno piensa que no es algo para uno, sino para la gente, aunque a veces ellos no lo vean así. Tal vez le dicen ‘la basurera’, pero uno lo hace porque le gusta”, dice Solano.