Con este abogado liberal se nos fue el más conocido, y tenaz, defensor de la libertad de expresión en nuestro país.
Combatió la censura previa de la propaganda electoral, las restricciones de horario de las películas violentas y la colegiatura obligatoria de periodistas (que le valió el Gran Premio a la Libertad de Prensa de la SIP).
Como abogado de La Nación defendió a muchos periodistas frente a leyes y procedimientos penales que limitaban seriamente su labor y los exponían a coacciones y represalias. En esta condición defendió al actual ministro de Comunicación, en un litigio de 9 años en el que, agotadas las vías de la justicia nacional, elevó el caso a la CIDH, que condenó all Estado costarricense por violación del derecho a la libertad de pensamiento y expresión.
Este viejo joven, amigo de Joaquín Sabina, amante del cine, cuya vocación frustrada fue ser Indiana Jones y que escribió un “Elogio a la rebeldía”, se quejó siempre de que se le coartara la libertad de hacer lo que le diera la gana.
A él deberían dirigir sus oraciones todos los periodistas de Costa Rica, pues gracias a él pueden ejercer hoy su profesión con más libertad y menos miedo.