Ahí se dio gustos por horas, bailando, sonando su pito y su bola de plástico y enarbolando su cartel por los derechos del trabajador. A sus 76 años, doña Teresa Agüero Picado no paró de instar a otros, mucho más jóvenes que ella, para que se unieran a su festejo.
"¡Qué va, son un montón de aburridos! Por eso yo me vengo sola siempre a esto, así son mis vecinas, a todas les duele algo o les da vergüenza. ¡Si para eso es la vida, para gozarla; no ve qué bonito!", decía en un alarde de vitalidad envidiable.
Entre adagios y dichos populares, contó que no tiene hijos ni marido ("¡Dios guarde!"), que vive en Heredia, que se levanta a las 4 de la mañana a darle de comer a las gallinas, pasa el día visitando 'abuelos' o enfermos y se acuesta 'molida' a esperar con alegría el otro día.
"¡Qué pastillas para dormir ni qué ocho cuartos, falta de oficio es lo que hace falta!", dijo, para luego jactarse de que la tuvieron que dejar desfilar porque en la ley dice "clarito" que el ciudadano de oro tiene derecho a divertirse.